José Luis Gómez Toré camina leve entre griterío de adolescentes, mientras va prendiendo
versos en las ramas que asoman al sendero.
El
príncipe sostiene sin ceremonia alguna el cerebro del
héroe,
que aún gotea formol. Dos hemisferios como un
mundo
completo, a pesar del problema del alma y de
los
números, a pesar del lenguaje desparramándose
igual
que una infección por redes neuronales y esa pasta viscosa que
precede
a los símbolos. Aunque nos complace ocultarlo, somos un
pueblo
que ama las simetrías y las repeticiones. Y nunca se detiene
la
rueda del incesto y la venganza. No importa cuál fue el primero
de
los crímenes entre tantos que vinieron después. En el comienzo
siempre
los fantasmas. En el nombre del padre. Y voraz la promesa.
José
Luis cuelga este contundente Informe y profecía en las páginas del
número 51-52 de los Cuadernos del
Matemático; ese milagro que desde hace veinticinco años surge periódicamente
en Getafe de la mano de Ezequías Blanco,
el poeta del minúsculo Paladinos, en
esa tierra roja de labriegos, curas y sabios en el valle del Reguero que baja de Pobladura, de San Adrian… de la lejana Luna.
Que
la infección siga desparramándose…
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