sábado, 14 de marzo de 2015

Mañana de lumbago











N
o suelo tener, creo, excesivas pretensiones de objetividad, y menos las tendré en una mañana como la de hoy en la que veo el mundo en el color filtrado por el lumbago que me atenaza – aquí sí vale lo de atenaza – y que me hace temer hasta del movimiento de darle a la tecla. Es decir, que mis impresiones sobre la realidad a la que hoy me asome estarán sin duda condicionadas por la compresión de mis terminaciones nerviosas, ahí, por esa zona donde la espalda comienza a dejarse el nombre. Vamos, que quizás no tenga un día de opiniones ecuánimes, ni me incline hacia interpretaciones ligeras o festivas. Aviso.
 El caso es que he comenzado la mañana leyendo una reflexión de Jorge Riechmann, hombre de inusual formación multidisciplinar:


  Dar por perdida la biosfera y el ser humano, y proponer la salvación a través de la tecnociencia, a través de un rediseño completo del medio ambiente y el organismo humano: tal es el arco gnóstico de la delirante hybris que va de la geoingeniería como supuesta “solución” al cambio climático, a las propuestas de human enhancement que formulan ingenieros genéticos y biólogos sintéticos. - See more at: http://tratarde.org/el-hundimiento/#sthash.EuB8nGOe.dpuf



El efecto de tamaño párrafo de inicio, sobre mi espalda y ánimo, anulan el pequeño consuelo que parecía llegar del Ibuprofeno, por lo que  me dispongo a hurgar en otro sitio.

 Cojo el último Cuadernos del Matemático, que no he terminado de leer; pero no es el día adecuado; las metáforas que suelo disfrutar son hoy juegos vacíos de estetas tristes que se miran el ombligo. Qué le vamos a hacer.

 Opto por la Red y quiere el albur - ¡vaya por dios! - que dé en Isis; y no la diosa egipcia que adoptaron los griegos, no, sino ese centro de retrasmisión de degollamientos de infieles y rituales de destrucción de vestigios de antiguas culturas. No se relajan mis vértebras, no. Es la Edad Medía en vivo y en directo gracias a las nuevas tecnologías (ya me estoy arrepintiendo de mezclar en esto al medievo).  ¡Qué barbaridad!  Hoy, a nadie que no sean esos bárbaros se le ocurre eliminar enemigos con un método tan cruel, artesanal y lento como es la degollación. Tenemos otras formas. Matar a distancia no tiene ese componente de crueldad palpable que tanto hiere nuestra cultivada sensibilidad. Y en nuestro mundo civilizado la destrucción de un bien cultural suele requerir de una compleja tramitación y componenda político–administrativa, encarecida con el abono de las correspondientes comisiones (de cuyas enormes tarifas nos estamos enterando ahora los españoles). Es el tinglado al que hemos dado en llamar Estado de Derecho, por lo que parece sin razón que lo justifique.

 La destrucción de los Querubines asirios, dos veces milenarios, por esos bárbaros barbados degolladores, me lleva a pensar (salvas sean las distancias temporales, los degüellos y todas las demás distancias) en algún caso español del momento. Hace unos días pasé frente a la lamentable Operación Canalejas, en Madrid, bendecida y amparada por profesionales devotos y agradecidos al capital y por la esperpéntica Presidencia Municipal con la que se castigó a esta ciudad. Pero mis terminaciones nerviosas protestan y me aparto del asunto.

Cinco piedras
Y en un nuevo salto – es un decir - me planto en La Valdueza leonesa. Por cierto, que este era el segundo apellido de mi tatarabuelo José Cipriano: Valdueza. A nadie le importa, claro, pero así se llamaba. Vaya usted a saber en qué momento bajaron al llano mis ancestros provenientes del valle del Oza; supongo que, como muy pronto, lo pudieron hacer durante las repoblaciones realizadas al norte del Duero en torno al siglo X. Época de la que pueden ser unas piedras volanderas que la humanidad lleva venerando estos mil años y de las que pretendo noticias que no consigo. Los últimos trescientos los han pasado empotradas en una fábrica de lajas, en la fachada de la Ermita de la Santa Cruz, en Montes de Valdueza. Es un elemental edificio del siglo XVIII,  de planta rectangular, cubierto a dos aguas con lanchas pizarrosas, cuyos muros se alzan a media ladera sobre el telón de fondo de los montes Aquilanos. Son cinco piedras provenientes de la anterior o anteriores ermitas, y fueron empotradas en el humilde edificio actual con deliciosa ingenuidad compositiva, pretendiendo tan solo su presencia ante el pueblo como símbolo de permanencia de una tradición ya milenaria, perpetuando la fundación, advocación y dedicatorias. En el interior, abandono, suciedad y un encantador retablito de popular y colorido barroco. En la penumbra se atisba la necesaria leyenda: la Sierpe Rupiana comedora de paisanos y monjes, vencida por San Fructuoso.
 
Lápida fundacional
Muñón de la torpeza y la ignorancia
En marzo de 2007 los vecinos de Montes de Valdueza están indignados. Alguna de las piedras de su ermita ha sido seleccionada para exponerla en Las Edades del Hombre, en Ponferrada. Nadie ha contado con ellos. Nadie ha considerado necesario conocer su opinión. Llueve sobre mojado; los vecinos ya se habían opuesto al desmontaje de las piedras para su exposición en Burgos, en la edición de 1990; en aquel año el párroco apoyó su opinión y las piedras quedaron en su sitio. No es la situación actual. El caldo de cultivo está creado. En la tarde del día cuatro  la piedra de la izquierda, la lápida fundacional, ha desaparecido. Confusión. Aparece el párroco que, ayudado por el alcalde (tradicional alianza), desmonta el resto de las piedras y se las lleva. Ahí queda el muñón de la torpeza y la ignorancia. Sigo sin saber de las piedras volanderas.

Retablo

Me parece que esta mañana ya no estoy para más saltos. Me toca el Ibuprofeno…