martes, 7 de mayo de 2024

Sapiens sapiens

 





 

Los humanos, los que nos llamamos humanos, y nos hemos autoclasificado como homo sapiens sapiens, somos una confusa mezcla de homínidos en los que, en determinado momento, se produjo un inusitado desarrollo de la potencia cerebral. Algo que nos situó en un escalón muy por encima de los congéneres, animales y vegetales, igualmente producto de la química del carbono en este nuestro planeta.

El desarrollo de las potencias cerebrales nos hizo capaces del asombro ante lo que nos rodea, asombro que, de continuo, nos impulsa a tratar de conocer nuestro medio, entenderlo, explicarlo e interpretarlo. Nos hizo también capaces de la maldad y de la interpretación artística del mundo, dos capacidades definitorias, con exclusividad, de lo humano.

La larga historia de los hombres, tan corta en tiempo cósmico, es un asombroso amontonamiento de saberes, arte, belleza y crueldad. Todo adobado con la continua presencia de otra de sus constantes: la necesidad de buscar trascendencia a su condición, apoyo a su soledad y a su miedo, la busca de la divinidad.

Una apasionante aventura la de pasearse por la creación humana, en la faceta y medida que nuestra formación y capacidad nos permita. Esto, y hurgar en los desconocido, nos justifica.

 

 

 


martes, 23 de abril de 2024

En la ventana

 









Hace un sol tímido, como de abril en el que estamos. Un sol suficiente para abrir las lilas, para cubrir de inquieto y titilante verde el tilo al que enmarca mi ventana. Un sol que mantiene indecisos a los geranios pero da vida al pulgón negro que ya cubre los brotes de la hiedra. Un sol insuficiente para calentar los huesos de los viejos, que seguimos arrimados a la maternal radiación de la estufa.

Mientras, los jóvenes se empeñan en temperaturas que aún no han llegado, y van dejando al aire piel ansiosa de verano y libertad.

Mientras, los noticieros nos cuentan un mundo cada día más preocupante, hacia no sé dónde, en la frontera de no sé qué.

Mientras, las calles se llenan de marginación y desigualdad.

Pasado mañana es 25 de abril. Siento nostalgia de aquellos días en que creí, creímos, que o povo é quem mais ordena.

Hoy es el día del libro, pero en este pueblo tan tan no hay donde comprarse uno, no queda ninguna librería.

Mañana seguiré observando el renacer del mundo vegetal, ese sí parece que renace. Seguiré guardando lo que tengo de los que fueron por si algún día interesa a los que son.

Seguiré en la ventana mirando un mundo que ya no sé si es el mío.  

 

 


miércoles, 20 de marzo de 2024

Equinoccio

 







Los negrillos jóvenes, a los que aún no ha matado la peste, abren ya sus yemas y anuncian primavera con la algarabía de los pardales en sus ramas. El azulacero de las carpinteras zumba ya en el amarillo del jazmín de invierno, en el blanco de los durillos y en el azul de los primeros lirios. Los abejorros del pijama a rayas prefieren libar las apretadas florecillas de los ciruelos silvestres que plantaron los pájaros. Sí, ya se puede ver y oír esa primavera que comienza con el equinoccio de marzo.

Como cada año, desde que la jubilación me permite una más detallada observación del entorno, soy espectador de esta ceremonia del renacer del mundo. Poco aporta este revivir del medio a las mermas que el tiempo va dejando en nuestro cuerpo. Menos, seguro, que el agua de esa fuente que  Luis Mateo Díez pone a buscar a unos tabernarios de alambicado verbo, cofrades del beodo  Genarín, por las Omañas de su memoria familiar, de las que ya nos hablaba su padre Florentino Agustín. La Fuente de la Edad, que tengo entre manos y releo con gusto, es novela del maestro leonés y munícipe madrileño que nos contó un mundo visto desde un balcón de la Casa de la Panadería madrileña. Que la primavera nos sea, sino fuente de juventud para el cuerpo, salud y alegría para el espíritu, en la esperanza de verla un año más.








   

 


jueves, 22 de febrero de 2024

domingo, 28 de enero de 2024

Nostalgia





Y se me va llenando

de nostalgia la vida,

como un vaso colmado

de un lento vino pálido

                    Meira Delmar