lunes, 25 de julio de 2016

Entre tinajas



















Tinajas de Colmenar, en sus vientres ecos de charlas repetidas, aromas de vino de otro tiempo, azulejos, maderas con pintura sobre pintura, penumbra, serrín, corro diario de viejos y sus chatos, yo creo que los años me van dejando en el mero sentimiento inicial del que nacieron mis ideas políticas, quizás la vejez sea eso, amigos, regreso, solo regreso, de joven tuve la necesidad, como tantos, de poner en palabras, en discurso político, el sentimiento, la opción por los débiles, por los pobres, y fue en los libros, y poniendo el oído a otros, donde encontré fabricadas las frases requeridas por la que creía necesaria militancia, necesaria beligerancia, necesaria denuncia, yo, que apenas hice párvulos, me comía los libros en busca de respuestas, en busca de orden y palabras para lo que en mí era solo sentimiento, impresión de la realidad, pero a estas alturas me apaño con el convencimiento de lo correcto de la elección, de lo inevitable de la elección, sé que sigue siendo justa y necesaria, aunque aparentemente las cosas sean distintas y las gentes sean distintas y nosotros seamos distintos debemos de pensar que los cambios se deben en gran parte a nuestra lucha, ah, Miguel, yo recuerdo el entusiasmo que sabías poner en aquellas reuniones del miedo, en el inicio, cuando en ello nos iba la vida, sí, Julio, amigo, sí, entonces todo era entusiasmo, ahora es otro mundo, pero los humanos siguen siendo lo que siempre han sido, y si se baja la guardia, si se deja de avanzar un solo día, perderemos lo conseguido, los jóvenes tendrán que poner nuevas palabras y formas al discurso, pero siguiendo en la lucha, solo los viejos podemos permitirnos regresar, refugiarnos en el mero sentimiento, qué mérito tengo, qué mérito, años y años oyendo a estos rojeras, palabrería, que solo sois palabrería vana, solo vosotros habéis dado a los obreros, Paco, nosotros no damos ni pedimos, tomamos lo nuestro, vamos que la derecha no ha hecho nada por el de abajo, tendríamos que volver a nuestra vieja discusión sobre qué es la derecha, yo soy de derechas, Julio, y no tengo poder ninguno, tú eres de esa derecha estética que se compra aguiluchos en la calle Mayor, pero eres sociológicamente de izquierdas y aquí estás, con nosotros, tomando chatos con quien y en donde te corresponde, y que esto sea posible también es un logro de la izquierda, más preocupantes son esos que llenan las urnas de la derecha, esos que creen en liberalismos productores de injusticia, los que loan el mérito de emprender lo que solo suele ser especulación y destrucción del planeta, bueno, bueno, yo creo que ya hemos tenido nuestra diaria ración de lo mismo que todos los días,  digo yo que como tenemos fresca la paga de julio, la del 18, que gustará a Paco, lo mismo podemos atizarnos unas gambitas, a ver si este tabernero, que todos los meses se queda con parte de nuestras pensiones, nos hace un buen precio, ya ves, los rojos comiendo gambas… 






          



domingo, 17 de julio de 2016

Entramado














…entramados firmes pero no rígidos, con elasticidad suficiente para adaptarse a las solicitudes del medio. Y entre estos elementos de sustento, materiales de relleno que ya han servido a otras generaciones, materiales donde es posible leer otros tiempos, otros gustos, otras sensibilidades, mientras continúan satisfaciendo necesidades invariables…

Pero me parece que me he liado, no, no quería hablar de cómo formar a humanos ni nada por el estilo yo solo pretendía hablar de esas medianerías decimonónicas, entramadas y rellenas de cascote, que quedan al aire cuando se derriba una casa… otra...





jueves, 14 de julio de 2016

Entre Cascorro y Antón Martín




Orden en el caos



















Señales de tiempos






  
E
ntre Cascorro y Antón Martín, Madrid se deja caer hacia las Rondas por diez o doce calles que siguen, más o menos, las originales vaguadas, los escurrideros erosionados de esos arenales primigenios que los entendidos llaman terrazas cuaternarias del Manzanares. Las calles transversales suben y bajan los pequeños valles en humilde adaptación al terreno. Son los barrios bajos, barrios de menestrales, barrios que absorbieron las primeras migraciones con que se inició la gran ciudad. 
Hoy, sus edificios de viviendas son mayoritariamente del siglo XIX, los de tiempos anteriores han ido cayendo ante la especulación y la inoperancia municipal. Los tonos pastel de los revocos se han remozado con ese afán del Ayuntamiento en lavar la cara a Madrid durante los pasados años de bonanza económica. Por las aceras y las plazas  los colores intensos de los africanos del top manta, gitanos mercando mercancía de mercadillo, lentitud en árabes de tasbih y chilaba, caribeños imponiendo su música y su ruido, corros de desocupados, joven marginación ocuka, burguesitos de más al norte en busca de pasado y taberna, … y chinos, chinos a la luz verde, mortecina y sospechosa de sus tenducos siempre abiertos al calor o al frio, en su  provisionalidad, tras su mobiliario de cajas de cartón, tras sus maniquís cadavéricos, chinos a esa distancia del distinto a la que solo ellos saben ponerse. Y arriba, bajo el celeste madrileño, esa enrevesada geometría por donde viven los gorriones y escapan las coplas: tejas dislocadas, buhardillas desplomadas y geranios en latas de tomate.
Pero todo es circunstancia, salvo esas ancianas de carro de la compra y monedero en la mano que charlan frente al mercado, nietas de cigarreras de Embajadores, hijas de verduleras de la calle de la Ruda; salvo esos viejos de cachava y gorrilla, hijos de milicianos de la FAI, que comentan el mundo nuevo que ven desde los bancos de la plaza de Cabestreros. Todo es circunstancia menos ellos, y mientras ellos estén, Lavapiés no será un gueto ni será colonizado por burguesitos de más al norte. Tendrán que esperar... un poco.














domingo, 3 de julio de 2016

Simbiosis canibípeda













A diario pasean mi calle, unidos por una correa, un indudable ejemplar de perro (canis lupus familiaris) y otro ejemplar de lo que he supuesto, no sé si con demasiado margen de error, del género homo y de la especie sapiens. Tan simpática pareja tienen la cotidiana delicadeza de dejarnos a la puerta de casa, como presente, el producto final del tracto gastrointestinal del cuadrúpedo; depositado con la natural aquiescencia de quien, se supone, toma las decisiones en esa asociación, siempre que no sea errónea mi adjudicación taxonómica para el bípedo.
Suponiendo acertada esta calificación de humano para uno de los extremos de la correa, sorprende la absoluta falta de empatía para con sus semejantes, lo que hace pensar en el posible error.
Estas simbiosis de can y bípedo inclasificado están proliferando como plaga en el pueblo del norte de Madrid donde vivo. La pequeña ciudad se ha trasformado: los viandantes caminan de forma ridícula, de puntillas, titubeantes, esquivando los productos resultantes de estas asociaciones canibípedas, mientras una de sus manos aprieta un pañuelo en las narices. Tamaña ocupación les distrae de la debida atención al tráfico o a los ejemplares del otro sexo con los que se cruzan, por lo que el problema no es de mero confort, y a corto plazo tendrá efectos demográficos, entre otros.
En los últimos tiempos parecen ir en aumento los que se dicen defensores de los “derechos de los animales”. Mi razón es incapaz de asimilar como puede tener derechos un ser incapaz de defenderlos. Supongo que confunden nuestros deberes para con los animales con esos imposibles derechos. El tema es antiguo. Vaya usted a saber. Pero bueno, en todo caso, lo que sí parece procedente es estudiar, por quien corresponda y con la urgencia requerida, los posibles o imposibles derechos y deberes de esos inclasificados bípedos. Y actuar en consecuencia.

Los humanos sí tenemos derechos, además de deberes, y tendremos que ponernos a defenderlos. Si podemos. Digo yo.





sábado, 2 de julio de 2016

Cenar legumbres











De la cercana lejanía de Bogotá me llega esta cena de Marcos, para su inclusión en el blog. Servidor, todo euforia, se ha permitido añadir un punto de ajo y cebolla de cosecha propia (los reflejos también), por esa manía de añadir imágenes a los textos de estos Cuadernos, aunque no hagan falta ninguna, como es el caso. Servidor es de aquellos niños antiguos que teníamos que iluminar con grecas las caligrafías del cole.

¡Gracias! 




  
A
noche tuve una pesadilla: Estaba terminando de ponerme la camisa cuando entraron dos hombres y una mujer de bata blanca. “Enhorabuena, señor Criado” dijo ella “Es usted el aspirante que consigue los mejores resultados. No nos cabe duda de que es el ciudadano ideal para ser presidente del gobierno”.

Me encontraba en un lugar que se parecía sospechosamente a la cocina de una tía mía, así que traté de protestar: “Debe de haber algún error, porque yo no quiero…”.

“Ningún error, señor Criado”, dijo la mujer, “Hemos analizado separadamente todos los parámetros que pueden funcionar coyunturalmente como cualidades del presidente ideal, y usted tiene la mejor puntuación en el 87.4% de todos ellos”.

El sitio ahora se parecía más a la consulta de un dentista al que mis padres me llevaban de niño. Se llamaba Toñín y hacía daño desde el mismo momento en que uno le miraba.

“Pero eso es imposible. Mire: yo soy inestable, casi ciclotímico; ahogo mis frustraciones en alcohol: cada vez que decido algo, me cuestiono a mí mismo por dentro durante días hasta que decido ahogarlo en alcohol; siempre que sigo mi instinto, pierdo dinero; si me mira una señora fetén, le confieso hasta…”.

La mujer agitaba la cabeza arriba y abajo con una sonrisa sin dientes. Se parecía muchísimo a mi profesora de Plastilina II.  “Sabemos tooooodas esas cosas, señor Criado. Y precisamente porque las sabemos no nos cabe ninguna duda de que es usted el presidente del gobierno ideal”. Era capaz de hablar sin descomponer la sonrisa. Exactamente igual que todas mis profesoras de plastilina.

“Pero… ¿Toodas….?”.

“Toooooooooooodas”.

Volvía a agitar la cabeza de arriba hacia abajo como un gato chino de esos que dizque dan buena suerte. O pasta. Algo dan los gatos chinos esos. Yo ya había terminado de abrocharme la camisa y no sabía bien qué hacer con las manos así que me rasqué la cabeza.

“Entonces….”. “Entonces nada, señor Criado. Lo tenemos todo planeado. Usted solo tiene que firmar aquí y dejarse en nuestras manos. Póngase de pie, por favor…”. Uno de los hombres había sacado una cinta métrica del bolsillo y me medía el cuerpo.

“¿Usted para dónde carga, don Marcos?”.

Me desperté en ese momento. No me alcanzó a palpar el asunto porque me desperté con un grito y la mano entre las piernas. De eso estoy seguro. “¿Qué tanto escándalo? ¿Le pasó algo?” Mi mujer. “Nada. Unos científicos locos que decían que era el presidente del gobierno ideal”. La carcajada de mi mujer no se parecía a nada salvo a otras carcajadas igual de hirientes. “¿Usted?”. Mi mujer es colombiana y habla como los colombianos. “Pues sí. Yo. ¿Qué es lo que pasa?”. “No. Nada, mijo. No se altere que no pasa nada ¿Dice que eran científicos?”. Y otra vez la carcajada.

“Ves. Es por ti que no he llegado nunca a ser presidente”.  

“Ya deje de ser tan huevón, Marcos; mire que fue usted el que se empeñó en presentarse porque seguro que no me eligen, tranquila mi amor que es solo por probar y ya llevamos una semana solo tratando de hacerle el traje”.