sábado, 2 de julio de 2016

Cenar legumbres











De la cercana lejanía de Bogotá me llega esta cena de Marcos, para su inclusión en el blog. Servidor, todo euforia, se ha permitido añadir un punto de ajo y cebolla de cosecha propia (los reflejos también), por esa manía de añadir imágenes a los textos de estos Cuadernos, aunque no hagan falta ninguna, como es el caso. Servidor es de aquellos niños antiguos que teníamos que iluminar con grecas las caligrafías del cole.

¡Gracias! 




  
A
noche tuve una pesadilla: Estaba terminando de ponerme la camisa cuando entraron dos hombres y una mujer de bata blanca. “Enhorabuena, señor Criado” dijo ella “Es usted el aspirante que consigue los mejores resultados. No nos cabe duda de que es el ciudadano ideal para ser presidente del gobierno”.

Me encontraba en un lugar que se parecía sospechosamente a la cocina de una tía mía, así que traté de protestar: “Debe de haber algún error, porque yo no quiero…”.

“Ningún error, señor Criado”, dijo la mujer, “Hemos analizado separadamente todos los parámetros que pueden funcionar coyunturalmente como cualidades del presidente ideal, y usted tiene la mejor puntuación en el 87.4% de todos ellos”.

El sitio ahora se parecía más a la consulta de un dentista al que mis padres me llevaban de niño. Se llamaba Toñín y hacía daño desde el mismo momento en que uno le miraba.

“Pero eso es imposible. Mire: yo soy inestable, casi ciclotímico; ahogo mis frustraciones en alcohol: cada vez que decido algo, me cuestiono a mí mismo por dentro durante días hasta que decido ahogarlo en alcohol; siempre que sigo mi instinto, pierdo dinero; si me mira una señora fetén, le confieso hasta…”.

La mujer agitaba la cabeza arriba y abajo con una sonrisa sin dientes. Se parecía muchísimo a mi profesora de Plastilina II.  “Sabemos tooooodas esas cosas, señor Criado. Y precisamente porque las sabemos no nos cabe ninguna duda de que es usted el presidente del gobierno ideal”. Era capaz de hablar sin descomponer la sonrisa. Exactamente igual que todas mis profesoras de plastilina.

“Pero… ¿Toodas….?”.

“Toooooooooooodas”.

Volvía a agitar la cabeza de arriba hacia abajo como un gato chino de esos que dizque dan buena suerte. O pasta. Algo dan los gatos chinos esos. Yo ya había terminado de abrocharme la camisa y no sabía bien qué hacer con las manos así que me rasqué la cabeza.

“Entonces….”. “Entonces nada, señor Criado. Lo tenemos todo planeado. Usted solo tiene que firmar aquí y dejarse en nuestras manos. Póngase de pie, por favor…”. Uno de los hombres había sacado una cinta métrica del bolsillo y me medía el cuerpo.

“¿Usted para dónde carga, don Marcos?”.

Me desperté en ese momento. No me alcanzó a palpar el asunto porque me desperté con un grito y la mano entre las piernas. De eso estoy seguro. “¿Qué tanto escándalo? ¿Le pasó algo?” Mi mujer. “Nada. Unos científicos locos que decían que era el presidente del gobierno ideal”. La carcajada de mi mujer no se parecía a nada salvo a otras carcajadas igual de hirientes. “¿Usted?”. Mi mujer es colombiana y habla como los colombianos. “Pues sí. Yo. ¿Qué es lo que pasa?”. “No. Nada, mijo. No se altere que no pasa nada ¿Dice que eran científicos?”. Y otra vez la carcajada.

“Ves. Es por ti que no he llegado nunca a ser presidente”.  

“Ya deje de ser tan huevón, Marcos; mire que fue usted el que se empeñó en presentarse porque seguro que no me eligen, tranquila mi amor que es solo por probar y ya llevamos una semana solo tratando de hacerle el traje”.




  

1 comentario:

  1. Si persiste podrá llegar a escribir fábulas casi como su señor padre. :-)

    La acuarela, estupenda.

    ResponderEliminar