jueves, 20 de julio de 2017

Oído en la taberna













Hora del aperitivo. Taberna madrileña de principios del pasado siglo. Azulejos, maderas rojas y esa mugre del tiempo que resiste todas las limpiezas. Me instalo en la barra con el periódico y un chato. En una mesa inmediata un corro de jubilados tiene su tertulia. Pronto no puedo más que atender a su charla:

—A ver, ¿qué vino es este que nos das hoy, Manuel?

—Me lo han traído nuevo, me parece que no está mal…

—A ver, a ver. Bodegas… Servidor no bebe esto. Esto está en mi “índice”.

—Este es un ejemplo claro de industrial acaparador.

—Y de peligro para el vino.

—Más que peligro de realidades constatadas.

—Me estoy acordando de un vinillo que no estaba mal. Lo hacían en una cooperativa que compró este señor, y ese vinillo es hoy una cosa sin interés ni carácter.
 
—Pues sí, tenéis razón. Es difícil defenderse de lo que están haciendo con lo que comemos y bebemos. Pero con el vino quizás sea más fácil. Al menos podemos rechazar determinadas marcas o bodegas, si es que podemos seguir llamando bodegas a esas fábricas de “vino”.

—Y hoy aún tenemos alternativas. Dentro de nada…

—Pero la nuestra solo puede ser una militancia pequeña, baratita, y seguramente inútil…

—Quizás, pero es lo único que podemos hacer. Si todos los que somos conscientes de la situación rechazásemos este vino, como acabamos de hacer, algo haríamos por la supervivencia de lo que hoy llamamos vino. En todo caso podemos y debemos dar nuestra opinión a quien se deje o quiera oírla.

—Yo, desde luego, voy a seguir sin beber esos vinos, al menos los que tengo localizados. Es más, en casa he dejado una lista con los nombres y marcas que no me hace gracia que se compren; por si me hacen caso.

El tabernero va y viene, atento a la conversación de sus clientes.

—Pero hombre, este no está malo. Y es baratito…

—Manuel, no voy a entrar en la discusión de si está mejor o peor. Pero te recuerdo tus frecuentes lloros, tu añoranza de aquellos claretes riojanos, que cada día se parecen más a los tintos de las tierras del Duero, que te gustan menos. Y ¿qué fue de aquel estupendo valdepeñas a granel que vendiste durante tantos años? ¿qué fue?

—Eso es cierto. Los vinos son cada día más parecidos, más uniformes.

—Esa, esa es la cuestión. Lo que está en peligro es el mismo concepto, lo que entendemos por vino. Nosotros asociamos cada vino a paisajes, pueblos, gentes, colores…

—Exactamente, el vino es cultura, y esta cultura existirá mientras existan los pequeños y medianos bodegueros que mantengan tradiciones, sabores, aromas y matices que definen cada vino. Sin trampas. En ese enorme muestrario de los vinos de España, donde siempre es posible la sorpresa, la novedad.

—Eso me gusta, me parece importante. La sorpresa. La posible sorpresa. La uniformidad de los vinos de la gran industria está terminando también con la posibilidad de sorpresa; está terminando con esa experiencia que todos hemos tenido de tropezarnos con un vino desconocido, distinto, lleno de vida y sugerencias. Un vino que nos alegra el día.

—Para la gran industria el vino tiene que ser un producto fácil de hacer, fácil de conservar y fácil de trasportar. Y lo más importante: con color, sabor y textura uniforme, según cánones que les garanticen las ventas a una clientela que ellos mismos se fabrican y hacen dependiente de su producto.

—Es decir que vino será lo que definan los grandes fabricantes de turno.

—Sin duda.

—Y para las oportunas y necesarias loas y bendiciones siempre habrá un Parker.

— Y si no ya se fabricarán uno, como hacen y harán. Nunca será el mayor coste del proceso.

—Ah, ya no existirá el buen año, ni la ladera soleada, ni la arcilla, la caliza o la pizarra; ya no existirá la casualidad que acumule factores y resulte en un vino inesperado.

—La gran industria no contempla la casualidad.

Un cliente de la barra, oyente como yo de la charla, decide intervenir.

—Perdonen ustedes que intervenga, pero les estoy oyendo con atención pues el asunto me interesa. Si me lo permiten yo introduciría en la charla otro aspecto: la indiscutible mejora de los vinos de España en los últimos años. ¿Tiene esto algo que ver con esa gran industria del vino, con esa fagocitación de pequeñas bodegas y cooperativas por el capital?

—Pues muchas gracias, amigo, por esta aportación, que parece oportuna. Le voy a dar mi opinión, y mis compañeros matizarán. El vino en España ha mejorado en los últimos veinte o treinta años; mucho, muchísimo. Como todo en el país. Los bodegueros han aprendido, los paisanos han aprendido y los de este lado del mostrador también hemos aprendido. Se hacen mejor los vinos de siempre. Mucho mejor. Pero esto nada tiene que ver con el fenómeno de la homogenización de los vinos por los grandes productores, ni con los vinos con trampa, ni con la eliminación de los pequeños bodegueros y cooperativas locales, engullidos por el gran capital del sector o por imposibilidad de resistir la competencia. Los mayores grupos económicos del ramo no han nacido precisamente del vino de calidad, más bien todo lo contrario. Han nacido de la cantidad, no de la calidad.

—La cuestión es si esos pequeños productores, que tanto han mejorado sus vinos tradicionales, resistirán o tendrán que subirse al carro de los vinos patrón, vendibles en China o en donde sea.

—Siempre nos quedará el recurso de los vinos del paisanete del pueblo. También están desapareciendo, pero a nosotros nos durarán, digo yo.

—Con los particulares el problema es la falta de control de tanto producto químico como se usa hoy. Productos comercializados libremente y con unas instrucciones de uso difíciles de intepretar.

—Ese problema existe con particulares, con profesionales y con la agricultura en general. Ahí sí que no se puede hacer nada; solo es posible poner esperanzas en la mejora de la acción de la Administración, hoy tan poco fiable.

—Pero estamos demasiado serios. Vamos a ver si le sacamos a Manuel alguna botellita del clarete que le trae su cuñado del pueblo, que se le va poner malo.

—Pues con unas patatitas guisadas de las que habrá hecho Herminia para el menú…

—Manuel…