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ace medio siglo —el 21 de
julio lo hará—me encontraba yo con unos compañeros bajo una manta que cubría
nuestras cabezas y ocultaba un televisor en el que veíamos, con arrobo, la
retrasmisión de los humanos pisando la luna. Estábamos en la mili, en una
tienda del campamento del Robledo, en la segoviana Granja de San Ildefonso; era
hora de silencio y el imaginaria, sentado en el umbral de la tienda, se
desesperaba: cabrones, me vais a joder, apagad eso…
Creo recordar que era un
lunes, y la víspera, un compañero de posibles había llegado con el televisor
para no perderse el acontecimiento. Era el mismo compañero de posibles que
tenía una furgoneta Citroën —de una empresa de su familia— que dejaba
estratégicamente situada para irnos alguna noche a Cercedilla, tras emocionante
escapada por el monte saltando la tapia del campamento. A la gente le gustaba
ir a un pijódromo por entonces de moda: Flanigan. Para mí, el verdadero interés
del asunto estaba en el hecho de escaparse. La visita a la discoteca no podía
compensar la mañana del día siguiente, paseando el mosquetón por el Llano
Amarillo sin haber pegado ojo.
Eran tiempos de guerra de
Vietnam y de Beatles; de explosiones nucleares en el desierto de Nevada; de
esperanzados movimientos estudiantiles y obreros en una España con ley marcial,
estado de excepción y universidades cerradas. Y en ese año, el dictador puso el
dedo sobre Juan Carlos de Borbón como su sucesor, mientras la político-social
tiraba estudiantes por las ventanas.
Hoy, paseando por este
pueblo del Guadarrama donde vivo, veo el inmisericorde maltrato del ayuntamiento
a una obra de Sáenz de Oiza. Esto me recuerda que, este año, también las Torres
Blancas cumplen medio siglo. Sin envejecer.
Si envejecer es perder vitalidad
y entusiasmo, España ha envejecido mucho desde el año en que el hombre llegó a
la luna. Nos falta juventud ilusionada y nos sobran viejos desencantados y corruptos.
Es preocupante ver y oír a insulsos candidatos a la presidencia del Gobierno, realmente
preocupante.
Y es triste ver y oír ahora
a “los sevillanos” del congreso del PSOE en Suresnes. Salvando lo que hicieron
salvable, hoy me parecen viejos ruines, interesados y enrevesados, empeñados en
venganzas intestinas.
En aquel año 1969, con
motivo del treinta aniversario de la muerte de don Antonio Machado, se
reunieron en Colliure un grupo de intelectuales españoles en el exilio. Hoy, escucho
que el presidente del Gobierno ha visitado las tumbas de don Antonio y de don
Manuel Azaña. Bienvenido sea el acercamiento a esos hombres. Por ahí hay
camino.
En fin, dejemos las
tristezas y disfrutemos este extraño veranillo que tenemos en febrero. Sirva
para ello este cante de trilla de José Carlos de Luna, una sencillez
que necesitamos:
Un gazpacho de nieve,
una sandía,
la sombra de la parra,
¡qué güeña vía!
Que dure.
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