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egovia
tiene una caprichosa piel: el esgrafiado,
que a modo de brocado pétreo ha cubierto sus edificios desde la Edad Media a
nuestros días. La luz de cada hora, de cada estación del año, juega en estos
dibujos y texturas contribuyendo a la singularidad de esta hermosa ciudad. La
técnica, desde dios sabe dónde, seguramente llegó con los árabes, que gustaban
de construir con la arcilla, el yeso, la cal y el color; pero ya en el Medievo estos
morteros, arañados para formar figuras repetitivas, cubren también las fábricas
pétreas de las gentes de herencia romana y religión trinitaria. Los modelos más
antiguos pueden hacernos pensar que el origen sea una progresiva evolución
hacia una geometría de repetición, tan del gusto mudéjar, en los rejuntados de
las fábricas de mampuestos.
En
Segovia se mantiene durante siglos este carácter geométrico y repetitivo del esgrafiado, que en otras zonas como
Cataluña o Italia evolucionó de forma muy diferente.
Todo
comienza con la rigidez del cuchillo que dibuja hendiendo en bisel el mortero
fresco del último tendido, siguiendo la trepa o la línea de puntos del
estarcido con almagra o negro de humo; la herramienta retira esta última capa
en las zonas que van a ser los fondos que enmarquen el dibujo, dejando al
descubierto el mortero de tono más oscuro del tendido anterior. Y después, el
tiempo, el agua, el sol y el frio terminan la obra, suavizando las líneas y
matizando los ocres y dorados de las tierras que tiñeron la cal. Ya solo hace
falta la luz que haga vibrar estos paramentos, tan definitorios de la ciudad.
Los esgrafiados cubren las paredes de la
vivienda del menestral, las del palacio, las de la torre fuerte y las del
convento. Las grecas enmarcan el refinado ajimez, el tragaluz y el balcón humilde
de persiana, geranio y gato. No son símbolo de distinción. Su presencia se ha
generalizado en todos los estratos de la ciudad a través del tiempo. Hoy en día,
tras unos años de abandono, se vuelve a utilizar tanto en la restauración como
en los edificios de nueva planta, en los que sería de desear una mayor
presencia de diseños contemporáneos.
Como
siempre, Segovia, inagotable, se presta a entretener los pasos del caminante.