sábado, 5 de marzo de 2016

La silla del aviador

















Si ascendemos hacia el norte por la calle de Manuel Pardo, en la Colonia de Torrelodones, iremos dejando a la izquierda el muro de cerramiento de la linde este de la finca Villa Rosita; un recinto con una fuerte capacidad de evocar historias - más o menos reales - en el imaginario popular de nuestros días. Por la que fue hermosa casa de verano y recreo de una pareja de española y alemán (1) campa hoy el abandono, la desidia municipal, y el colorido desorden de ese fenómeno social de nuestros días que es la ocupación.

La Colonia tiene historia corta. Hasta hace no muchos años fue sitio de veraneantes;  sitio con poco pueblo y poco paisanaje que crease poso. Pero como a algo hay que agarrarse, los foráneos aquí llegados ponemos el oído a todo cuanto pueda tener algún matiz de memoria popular.

Por cierto, esta calle por la que ascendemos está dedicada al propietario de los terrenos sobre los que se constituyó la Colonia Agrícola La Victoria y la posterior Colonia Vergara, inicios del actual núcleo urbano distribuido entre los municipios de Torrelodones y el vecino Galapagar. La memoria de este señor está, por tanto, en la inscripción registral primera de las casas más viejas del lugar.

Dejo el análisis sociológico del origen y desarrollo de la Colonia de Torrelodones a algún especialista en la disciplina. Miel sobre hojuelas sería si este profesional, además, tuviese alguno de los apellidos - entre los nativos - que el primogénito del Dr. Mingo Alsina relaciona en un relato que tiene publicado sobre la historia de su padre; curiosa simplificación del “quién era quién” en la Colonia de los años cuarenta del siglo pasado. Más de uno pensará que, en ese sociólogo, estoy señalando a algún querido amigo. Lo mismo.

Los foráneos tenemos nuestras limitaciones al respecto. No hemos pasado aquí nuestra infancia, y solo la infancia conforma nuestro yo. De adultos, todos hacemos currículo y currículum, nos dedicamos a crear una imagen que usamos para ganarnos la vida, entretenernos o satisfacer el ego; pero, a nada que se escarbe, solo somos aquello que se fijó y definió en nuestra infancia. Y esa íntima realidad conformadora es imágenes, colores, sonidos, olores, personas, casa, pueblo, país, idioma…, todo eso hacia lo que nos retrotraemos cuando nos buscamos, cuando pretendemos saber o expresar quiénes somos. Uniendo el pensamiento de Pessoa y Rilke podríamos decir que la patria del hombre es su infancia y es su idioma. Pero, aunque nunca podremos dejar de ser foráneos, tenemos curiosidad sobre el lugar donde vivimos, y ponemos el oído esperanzador a todo posible eco de lo popular y auténtico.

Estábamos subiendo por la calle Manuel Pardo, dejando a nuestra izquierda la mampostería serrana del cerramiento de Villa Rosita. Por encima del muro, entre los restos vegetales de un incendio no lejano en el tiempo, atisbamos la ruina pintarrajeada. Hacia la mitad de la linde y cercano a ella, sobre una peña, vemos - retorcida herrumbre - el insólito otero de la “silla del aviador”.

He escuchado la historia de un avión alemán caído, y también la de una “chata” derribada en Villa Rosita durante la brutal batalla de Brunete. Ambas versiones coinciden en que el propietario de la finca, a su regreso tras la guerra, dio al asiento del piloto uso de misericordia en su particular mirador de atardeceres en la cinta azul del Guadarrama. Buen “pensatorio” donde reflexionar sobre tan recientes horrores.


Hoy he querido suponer que esa desconocida “chata” fue un Chato, uno de aquellos Polikarpov I-15, biplanos de piel de tela, que la Unión Soviética vendió al estado español para que se defendiese de los aviones que la Alemania nazi y la Italia fascista suministraban a los sublevados. Aquellos aviones de la República pilotados, en tantos casos, por jóvenes de humilde condición formados a la carrera en San Javier. A ellos mi pequeño homenaje.



(1) El controvertido simpatizante de la rebelión franquista Félix Schlayer y la española Rosa Albagés.







9 comentarios:

  1. Decir que los rusos vendieron los Polikarpov I-15 'al estado español para que se defendiese de los modernos aviones que la Alemania nazi suministraba a los sublevados' da una idea un poco distorsionada de la historia. Esos 'modernos aviones alemanes' (los cazas Messerschmitt 109 principalmente) no entraron en combate en España hasta la segunda parte de 1937. Antes el enemigo principal de los Chatos eran cazas biplanos italianos (Fiat CR32) que, aunque también eran algo superiores a los biplanos rusos, su construcción era bastante parecida. Tanto el Chato como el Fiat eran de 'piel de tela' solamente en la parte final del fuselaje y las alas; el fuselaje principal de los dos aviones era de acero y aluminio. Y utilizar tela en la construcción de aviones no era tan anticuado; los famosos Hurricane británicos, que abatieron tantos y tantos Messerschmitt 109 en la Segunda Guerra Mundial, tenían el fuselaje recubierto de tela, mientras que el famoso cazabombardero DH 98 Mosquito se fabricaba exclusivamente de madera y tela.
    El problema para la aviación republicana es que cuando llegaron los Messerschmitt, ni los rusos ni los franceses ni los británicos enviaron otra cosa capaz de derribarlos.

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    1. Muchas gracias, Steve, por tu erudito comentario. Está claro que sabes de lo que hablas.
      Y tienes razón, para no distorsionar nada la historia es conveniente hacer mención, también, de los suministros italianos a los sublevados. A ello me pongo.
      Fuerte abrazo

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    2. Hola Pedro
      Como sé que a ti te gustan las palabras raras, ¿sabes que técnicamente los Chatos, al igual que los Fiat CR32, eran sesquiplanos y no biplanos? La palabra significa tener 'ala y media' en lugar de dos alas; en términos llanos tiene una ala considerablemente más corta que la otra (normalmente la inferior pero el Fiat CR1 era sesquiplano invertido, o sea tenía el ala superior más corta que la inferior). El sesquiplano ero el primero paso en la evolución hasta el monoplano.
      Otro dato curioso es que un piloto estadounidense, Frank Glasgow Tinker, pilotando un Chato, logró derribar a un Messerschmitt 109 pilotado por el entonces as de los pilotos del 109 (con tres derribos confirmados), Guido Honess.

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    3. Como no me puedo tomar un chato por las habilidades de Frank Glasgow Tinker – por aquello de ser consecuente con lo que uno defiende – me lo tomaré por las sapiencias de un amigo britis (y olé) que es la policía filológica del español… y sabe la tela de aviones de… de esos.
      Abrazo

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  2. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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    1. Juan Manuel, tu comentario, no sé porqué, aparecía duplicado. Al intentar eliminar la duplicación el sistema ha borrado los dos. Con harto dolor de mi corazón. Soy incapaz de recuperarlo…
      Abrazo

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  3. La patria del humano es la infancia, la lengua... y el género amado y deseado, opuesto o no. Ellos nos hablan sobre nosotros cuando todo calla, y el último nos da razón y convicción.

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  4. Otra cita:La vida no es otra cosa que la evocación de la infancia,decía Proust
    Quizá el hombre sea un animal de edades No se puede considerar la infancia como larva del muchacho,ni este la del adulto,ni este la del viejo La infancia puede ser la edad de la inocencia

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    1. No me siento con fuerzas para adentrarme en la vorágine Proust buscando tiempos perdidos. Tan solo apunto algo que creo simple y que supongo está en la experiencia de todos: el hombre puede pasar su tiempo observando su mundo y leyendo el mundo de los demás; pero para interpretarlos o explicarlos parece recurrir siempre a parámetros fijados a su cerebro en la infancia. Puedes conocer el mundo entero y la historia entera de los hombres, y pasar la vida escribiendo sobre Aracataca. Suele ocurrir. No sé si siempre, pero suele ocurrir.
      Y supongo que no es cuestión de evocar ni invocar, ni tan siquiera de recrear la infancia, para aplicar estos baremos a cualquier actividad humana.
      A nada que hurgues encuentras al niño que cazaba ranas en la charca…

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