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s un doce de junio de
jersey y algo más a la tarde, aquí, por este Guadarrama aún sin verano. Hoy hace
un año que cumplí setenta, y a mis cincuentayveintiuno todo sigue igual, más o
menos igual, en el constreñido ámbito de mis circunstancias. Sigo observando
con atención crecer las plantas, barro hojas, corto ramitas, animo a los
geranios y a las rosas en su floración, agradezco a las celindas la exuberancia
de su blanca sencillez... Y cuando me canso viajo, viajo bastante, viajo a los
mundos de esos hombres dados a inventarse mundos y que han tenido la deferencia
de contárnoslo en sus libros. Menos mal que siempre ha habido individuos de
este pelaje.
Y en estos días, para compensarnos
de tristezas como la torpe xenofobia de Quintorra o la brutalidad de Matteo
Salvini, los socialistas han sido capaces de darnos la alegría de orear este país.
No sé cuánto podrán, pero ya han podido mucho. Siempre agradeceré ese ilustre
ramillete de señoras prometiendo sus cargos de ministras. Hermoso.
Esperanzador. Hacía falta. Gracias. Y estos aires —miel sobre hojuelas— también
han ventilado algunos de los tufos que a tantos nos apartaron del socialismo
hace muchos años. Esperemos que la ventilación continúe por la querida Andalucía.
Y anoche, a las doce y
media, me llega un video de mi nieto Gabriel —en octubre hará cuatro años— cantándome
con su guitarra la primera felicitación del día. Pues qué más quiero.
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