domingo, 19 de enero de 2020

El modelo pavo real









on Efe sabe levantar la nariz por encima de lo humano y lo divino. Su pretensión de elegancia da en un atildamiento amanerado como los dibujos de una tragaperras de bar. Es un pavo real más en una profesión en la que suele darse esta especie. Una profesión ―por otra parte─ con un reconocimiento social grande y merecido, tanto por la delicada materia con la que tratan como por el silencioso y abnegado trabajo de la mayoría de sus miembros; pavos reales aparte.

 Es imposible ignorar la presencia o cercanía de Don Efe. Lo anuncian, como trompetería, su diario baño en colonia y el murmullo de la corte de pelotas que siempre lo rodea riéndole los chistes y agudezas. Digo que hay bastantes de estos pavos reales en este oficio, pero en realidad no sé cuántos hay, lo indudable es que se los ve, se hacen ver, procuran estar donde se los vea. Tampoco sé si todos los pavos reales de esta profesión unen a su fatuidad la ignorancia profesional y el atrevimiento ─por ser suave─ de Don Efe. Quiero creer que no. Don Efe, de joven, aprendió dos o tres técnicas ―hoy ya anticuadas― y enseguida pasó a dedicarse por entero a la creación de Don Efe y a conseguir los cargos y jefaturas que le diesen poder. Y se acabaron los libros y el estudio.

Lo difícil de entender es que personajes de este pelo, de los que Don Efe puede ser paradigma, tengan la influencia que suelen tener sobre determinados estamentos sociales. Lo cierto es que esta olorosa y quincallera apariencia, unida a un lenguaje con la pompa y la adjetivación de un crítico de vinos, produce efectos hipnóticos en determinadas personas. Tras semejante despliegue de cola pavera son muchos los que le suponen ciencia y no la evidente estupidez. Esto los mantiene.


Dejo a cada cual la colocación del prototipo Don Efe en una determinada profesión. Pero me atrevo a presumir de los muchos que coincidirán en situarle en el respetable oficio en que servidor piensa. Opinen. 









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