domingo, 2 de agosto de 2020

Nuestras cosas













a memoria se une a las cosas, a esos objetos que se nos han ido haciendo símbolos de un tiempo pasado, de una gente que fue. Nuestras cosas. Unos somos más aficionados que otros a guardar trastos viejos, pero todos, en mayor o menor medida, vivimos rodeados de esos símbolos que nos unen al pasado y nos proyectan al futuro. En unos casos, pocos, esa memoria se materializa en retratos de antepasados, grandes muebles, casas, títulos y grandezas; pero para el común de los mortales serán unas fotos sepias, el pañuelo bordado por aquella abuela, la agenda con anotaciones del bisabuelo, las cartas de los padres, los versos cursis de aquella lejana tía que guardaba flores secas entre las páginas de los libros, las hueveras de loza en que la abuela mengana servía los huevos pasados por agua, los libros subrayados por el abuelo zutano, las estampitas de, el reloj de, las medallas de… Algunas de esas cosas las tenemos a la vista, en paredes o vitrinas, otras duermen el tiempo en el fondo de los cajones y aparecen de tarde en tarde, buscadas o por casualidad, para movernos el alma.

Guerras, incendios, robos, migraciones y demás avatares fuerzan a los hombres a una continua renovación de esa necesaria simbología, muchas veces reducida a un mínimo bagaje de memoria material con que prolongarse en los hijos. Pero hay un fenómeno en nuestro tiempo que me produce especial desazón: la ocupación de viviendas habitadas aprovechando la ausencia de sus moradores por vacaciones, un viaje o cualquier otra razón. No me refiero a ocupaciones de edificios abandonados, hablo de la irrupción violenta en la vivienda de unas personas, profanando su intimidad, destruyendo su mundo, su historia, sus símbolos.

Es el robo absoluto.

Como suele ocurrir, parece que el asunto está bastante profesionalizado. Cuervos engordados en la miseria del prójimo ocupan estas viviendas, poniéndolas luego, por unas perras, en el mercado de la necesidad.

El fenómeno ocupa (doy por hecho que el fenómeno okupa es otra cosa) tiene muchas facetas, pero esta de que hablo es bastante identificable, distinguible, distinta. La ciudadanía no puede entender el anquilosamiento de los jueces en estos casos. Es mucho dolor. Es incomprensible que no se actúe con inmediatez en estas ocupaciones.

 Y en tantas otras cosas. Me dirá alguno.  
  

  
  
  
  




  

  
 

2 comentarios:

  1. Me gustado mucho tu crónica.
    No dejes de escribir

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    1. Gracias, Luis, por tus ánimos. Supongo que escribiré mientras que hacerlo me entretenga. Otra cosa es tener algo que decir, eso es asunto más serio. Mantengo la esperanza en que los amigos me aviséis cuando esté diciendo demasiadas tonterías.
      Gracias.

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