
Guerras, incendios, robos,
migraciones y demás avatares fuerzan a los hombres a una continua renovación de
esa necesaria simbología, muchas veces reducida a un mínimo bagaje de memoria
material con que prolongarse en los hijos. Pero hay un fenómeno en nuestro
tiempo que me produce especial desazón: la ocupación de viviendas habitadas aprovechando
la ausencia de sus moradores por vacaciones, un viaje o cualquier otra razón. No
me refiero a ocupaciones de edificios abandonados, hablo de la irrupción
violenta en la vivienda de unas personas, profanando su intimidad, destruyendo su
mundo, su historia, sus símbolos.
Es el robo absoluto.
Como suele ocurrir, parece
que el asunto está bastante profesionalizado. Cuervos engordados en la miseria
del prójimo ocupan estas viviendas, poniéndolas luego, por unas perras, en el
mercado de la necesidad.
El fenómeno ocupa (doy por hecho que el fenómeno okupa es otra cosa) tiene muchas facetas, pero esta de que hablo es bastante
identificable, distinguible, distinta. La ciudadanía no puede entender el
anquilosamiento de los jueces en estos casos. Es mucho dolor. Es incomprensible
que no se actúe con inmediatez en estas ocupaciones.
Y en tantas otras cosas. Me dirá alguno.
Me gustado mucho tu crónica.
ResponderEliminarNo dejes de escribir
Gracias, Luis, por tus ánimos. Supongo que escribiré mientras que hacerlo me entretenga. Otra cosa es tener algo que decir, eso es asunto más serio. Mantengo la esperanza en que los amigos me aviséis cuando esté diciendo demasiadas tonterías.
EliminarGracias.