domingo, 15 de agosto de 2021

Lo agrio de nuestro tiempo

 



Tratando de esquivar lo agrio de nuestro tiempo me encuentro en la red con el conocido retrato de Virginia Woolf que, en 1902, le hizo George Beresford. Me detengo a observarlo. Creo que en él me refugio. Tras la belleza que conmueve y la serenidad que emana, está ─entre el exquisito dibujo de los rasgos─ esa mirada hacia ninguna parte, esa interrogación que no espera respuesta. Una mirada, quizás, hacia el horror que ya conoce. El atisbo, tal vez, de la derrota del talento y la belleza por la enfermedad y el sufrimiento.

 



En este entretenimiento del tiempo pandémico que es hurgar en lo que fue revisando viejos papeles, he encontrado, entre los de un tío abuelo, una foto de Nadar, el fotógrafo de las celebridades en el París de finales del XIX. Ignoro quién es la dama fotografiada y la razón por la que mi pariente atesoró este retrato que ha llegado hasta mí y yo he regalado a uno de mis hijos. La belleza de la foto merece su conservación, sin duda, como la merece la austera elegancia de esa desconocida que me llega desde los lejanos tiempos de la Francia del imperio liberal.




















 

  

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