La
sorpresa nos paraliza. Ha desaparecido el cartel. En su lugar destella un
genitivo sajón. La música que sale a la calle aturde y araña. Derrengado en una
jamba de la entrada, capucha, pantalones ceñidos a los muslos, apurando una
colilla que le quema los dedos, un joven ya anciano:
-Pos
tíos que sa jubilao el viejo, y habrá que poner esto al día. Digo yo ¿no?
La
calle Apartealguna fue cuesta desasosegante por lo pina y por la carencia de
portales, tiendas y gentes que distrajesen la subida. La única vida provenía de
las corralas que a ella se abrían y a las que se accedía por las calles
paralelas; vida en olores, risas y coplas escapando entre las largas,
multicolores cuerdas de la ropa tendida. La sorna popular puso nombre a la costanilla
por lo inútil de ascenderla, pues a ningún sitio conducía que no fuese un
portillo en la tapia de la huerta de Las Claras, que cerraba la calle. He dicho
conducía porque todo cambió cuando Ezequiel Alonso (el Guapo de Apartealguna,
cuando no estaba presente) instaló su taberna, El Caballo de Cartón, en un solar
que tenían las monjas adosado a las tapias del convento, al final de la calle, donde
quedaban los restos de una construcción con bóvedas medievales. Ezequiel llamó
así a su taberna por su afición a fabricar estos juguetes; los hacía en unas
dependencias que construyó tras la taberna, y que fueron creciendo según
aumentó la demanda y él amplió la oferta con peponas, cabezas de gigantes y
cabezudos, caretas y otras posibilidades del cartón.
Ezequiel
había nacido en la vecina calle del Ancla, al inicio de los años treinta del
siglo XIX; era hijo de Josefa Laguna (Pepa la Bella para todo el mundo),
planchadora, y de Melquiades Alonso, herrador en las caballerizas del Palacio
de Oriente.
En las coplas del ciego de la ca del Agua -monocordes
salmodias del pueblo llano- anda ya el nombre de la Bella Pepa.
Ezequiel
fue un niño guapo y un joven siempre rodeado de mozuelas. Realizó sin
dificultades los estudios primarios y continuó su formación con las clases de
un capellán de las Claras, que contaba a los padres maravillas sobre las
capacidades del muchacho. Cuando entre
las habituales polillas revoloteadoras el
padre vio alguna ya no tan moza, se preocupó, y decidió sacar al
gallardo jovencito del escaparate de la calle, encauzándole en alguna actividad
con la que pudiera ganarse la vida.
Las coplas del ciego de la ca del Agua hablan por tabernas
y por los garitos del Guapo retoño de la Bella Pepa.
Las
amistades de Melquiades en la Real Casa le permitieron acoplar al hijo en el
Cuerpo de Alabarderos, lo que fue aceptado de buen grado por el mozo. Su
cerebro despierto y su galanura -en oficio tan de ornato- le fueron facilitando
el ascenso en el escalafón. A los veintipocos años ya era suboficial, estaba
considerado y seguía subiendo peldaños.
El
aguijón del ciego de la calle del Agua hirió a Melquiades antes de que le llegasen
sospechas o noticias. Pocos días después tuvo ya que asentar su manaza en la
cara de algún compañero imprudente.
Ni la más gallarda alabardería –dicen las coplas del
ciego– remedia que el fruto del Real Vientre sea otra vez cadáver a los pocos
días.
Los
años siguientes son duros para Pepa y Melquiades. Llega un momento que no
pueden soportar más coplas y regresan a su pueblo, en Asturias, donde
Melquiades puede hacerse cargo de la fragua que deja su padre, ya anciano.
Ezequiel
se casa con una doncella de Palacio; abre su taberna bajo las bóvedas, en las
ruinas góticas del solar de las monjas; deja los alabarderos y entre chatos de
vino y caballos de cartón pasa su vida. El problema de las habladurías lo
resuelve el primer día en que el vino hace hablar de más a un paisano; el
mozarrón lo levanta en vilo y lo cuelga por el cuello de la levita en un gancho
de la pared, dejando al infeliz toda la tarde como pataleante cuadro al que la
clientela brinda sus tragos entre risotadas; teniendo Ezequiel, eso sí, la
caridad de atizarle una torta de vez en cuando para acallar los berridos.
Las coplas del ciego de la ca del Agua cantan el vinillo de
la tasca el Guapo de ca Apartealguna.
Ya no
hay Guapo en Apartealguna, ni Caballo de Cartón, ni donde tomar un chato, ni
ciego en la calle del Agua que de esto nos haga copla.