martes, 10 de marzo de 2020

8M












8M


E
ste ocho de marzo, una vez más, he subido a la plaza de este pueblo en el que vivo a la concentración conmemorativa del día de la mujer. Sé que este no es el sitio adecuado, lo sé, pero hay que insistir. Tres, éramos tres, y un aburrido conjunto de cuatro mozas cantoras contratado por el ayuntamiento, supongo. En vista de lo cual, cumplido el trámite de asistir al que me obligo, me he dirigido a una tasca adjunta a la plaza, donde me he tomado un chato de jumilla. En algo vamos a más, ya está bueno hasta el jumilla.

Mi concepto de mujer lo conformó en primer lugar mi madre, que ha sido la inteligencia, la profesionalidad, el trabajo, la entrega, la renuncia, la honradez, el referente, la madre…; después mi abuela materna que ha sido la dulzura, la abuela…; y siempre mi esposa, a la que elegí y es, además, madre de mis hijos y abuela de mis nietos.

Y con carácter general veo en la mujer el ser en que poner esperanza, pues ha hecho y hace posible la continuidad y progreso de la especie, por ser capaz de compensar, con inteligencia, dolor y sacrificio, la tan común estupidez, continuada en el tiempo, del arrogante y violento varón.

Pero parece ser que esta concepción de lo humano ya es una antigualla simplificadora. Si algo ha distinguido este 8M ha sido la expulsión de IU de todo un referente de la izquierda, del feminismo y de la lucha contra la dictadura: doña Lidia Falcón, una anciana luchadora digna de todos los respetos. Supongo yo. Y con ella se expulsa al partido feminista.

El feminismo, la lucha de la mujer por alcanzar un plano de igualdad de derechos y oportunidades con el varón, ¿ha dejado de tener sentido para la juventud de izquierdas? Quiero creer que no.

El feminismo es lo que es y ha sido durante siglos. Los movimientos reivindicativos de otras realidades de la sexualidad humana que necesiten su cauce legal y social no tienen por qué ser a costa de destruir o desnaturalizar la vieja lucha feminista. 

Hoy se nos habla de relativismos que se hacen difíciles de entender. Pero hay dos cuestiones que me parecen especialmente incompatibles con mi concepto de la dignidad humana: aceptar la gestación por encargo de terceros y la legalización de la prostitución.

La gente de mi edad, los que nos consideramos de izquierdas, tuvimos que construir el más o menos sólido armazón de nuestro pensamiento casi a pelo, sin libro de instrucciones, o más bien en contra del libro de instrucciones que se nos entregó. Seguro que tenemos asignaturas pendientes. Seguro.

Tambien estoy seguro de la necesidad de redefinir la izquierda… y los partidos políticos.















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