Encuentro en el jardín una
terracota desechada y abandonada hace más de veinte años. Ese rostro cubierto
por el verdín, que asoma en una esquina del relieve, me ha parecido que, hoy,
puede representar el grito desesperanzado de la humanidad ante la pandemia y
las miserias que esta trae consigo. Los carroñeros están a la rebusca, y hasta
en la radio hacen ya propaganda de sus vergonzosos negocios.