Mi amigo don Prudencio
parece un hombre escapado de otra época. Yo le pongo el don como él se lo pone
a todo el mundo. Algo inusitado en este tiempo donde el tuteo se ha
generalizado, y al usted suele dársele el uso torticero de marcar distancias
con el inferior. Don Prudencio es hombre prudente, prudente y educado, pero no
es hombre de otra época. Vive entre montañas de papeles y libros viejos, sí,
pero maneja como un joven ─no como cualquier joven─ el ordenador que asoma en
su mesa entre cataratas de papeles. También se ven hojas con anotaciones, muchas,
muchas hojas, escritas con una caligrafía de letra española que yo solo he
conocido en la generación anterior. Hay que haber hecho muchas planas, con
plumilla y palillero, para escribir así. Pocos coetáneos escriben así.
Hago el habitual paseo con
don Prudencio en este gris de enero, bajo la desnudez de las ramas que esperan
la primavera, en la esperanza del sol de mediodía que penetre algo el gris y
nos caldee el alma y la vejez.
─Mire usted, don P…, creo
que ya se lo he dicho alguna otra vez, perdóneme, pero no entiendo por qué
escribe usted en un blog informático que no está en los medios de comunicación.
Sin este requisito su blog no existe.
─Lo sé, don Prudencio, lo sé.
Es solo una disciplina que me impuse al jubilarme, una actividad más que, al
llenar horas, me ayudase a mantener la mente activa. No me gustan esos medios,
y creo que soy sincero al decir que, con que me lean los amigos, me es
suficiente.
─Don P…, todos los que
escribimos, escribimos para que nos lean.
─Qué duda cabe, don
Prudencio. Al escribir contamos nuestro yo, pero supongo que hay niveles en esa
vanidad. Este es asunto demasiado tratado, no nos conduce a nada nuevo.
─Pero sus cuartillas pueden
llegar por otros medios para alegrarnos el alma a los amigos. Frescas, por el correo
electrónico, sin utilizar medios que leen las máquinas, dios sabe para qué.
─Hoy todo lo leen las
máquinas, don Prudencio, si a ese almacenar y clasificar se le puede llamar
leer. Pero es seguro que tiene usted razón, he de considerar su opinión.
─También debe usted
considerar la posibilidad de unir sus cuartillas en el viejo formato de libro,
que tanto nos gusta a algunos. Pero no deje de escribir, es una buena gimnasia.
Y, al ritmo de sus bastones,
los viejos continúan su andar bajo las horizontales ramas desnudas y esperantes.