Parece que nos es dada una primavera más.
Habrá que tratar de disfrutarla todo lo que se pueda, si nos dejan las
circunstancias. Los viejos que somos de generaciones de las posguerras
española y europea ya pensábamos que nos íbamos a ir de rositas, sin haber
conocido guerra en directo, pero nos lo quieren complicar.
Si no son los alemanes son los rusos, los
humanos somos como semos. Nunca falta
un roto para un descosido. En ese sufrido país que tantos millones de muertos
puso para eliminar a la bestia alemana, surge ahora esté sátrapa, fascistoide y
megalómano, masacrando ucranianos. Y lo hace como siempre se ha hecho, en
nombre de no sé qué nacionalismo y con el apoyo de la Iglesia ortodoxa. En el
nombre de Dios y de la Patria, como siempre ha sido. De joven nunca lo hubiese
dicho, pero ahora, de viejo, lamento decir: como siempre será.
Somos viejos más jóvenes que la física
cuántica o la teoría de la relatividad, pero los no especialistas moriremos en
la ignorancia de la realidad que esas teorías definen. Nos moriremos apoyados
en Newton, como hemos vivido, y en tanto llega el día, en el bastón. Son
ignorancias que se llevan bien, no estorban al levantar el chato en la tertulia
del bar del pueblo, en la taberna del barrio, en la peña. Se lleva peor ver
declinar eso en lo que uno ha creído siempre. Ver resurgir de la alcantarilla
lo que suponíamos sumido allí para siempre. Ingenuos. De nuevo la soflama en el
parlamento, en los medios de comunicación y en la tertulia tabernaria de los
viejos. Se lleva peor. Se nos había olvidado ese olor rancio del paisaje gris
en el que tantos años hemos vivido.
Habrá que disfrutar de este nuevo
estallido vital que nos ha sido dado. Los durillos ya están blancos y los
lilos, aunque no ha hecho el frio que les gusta, apuntan su floración. El
jardín se despierta en rutilantes verdes.