n los basamentos mitológicos
de la cultura de Occidente Aquiles mato a Pentesilea, la hermosa reina de las
guerreras amazonas que habían acudido a defender Troya. Quizás pueda ser esto
un símbolo iniciático del ancestral predominio masculino en nuestras
sociedades. Predominio que siglos después consolidaría, con mano de hierro, la
religión monoteísta que nos llegó de Palestina y se extendió como agua en llano.
Es curioso que, en esas
bases míticas, el modelo de matriarcado fuese un pueblo de guerreras. Doy por
evidente que la única superioridad del varón sobre la mujer reside en la fuerza
muscular, razón de su predominio tradicional. Por ello se me antoja curioso un
matriarcado basado en esa inferioridad de la mujer: la fuerza del brazo.
Tiendo a pensar que, en esa
hipótesis bélica, Pentesilea y sus amazonas, antes del enfrentamiento, hubiesen
llegado al descubrimiento de la debilidad del talón que no mojó el agua del río
Estigia. Sí, mi observación de los humanos me inclina al pesimismo sobre las
posibilidades de la fuerza de Aquiles frente al cerebro, la constancia, la abnegación
y la capacidad de sufrimiento de la mujer.
Y, sin embargo, en este
siglo XXI, seguimos como estamos. La mujer, la mitad de la humanidad, sigue
siendo una arrolladora potencia en segundo plano, oculta tras la absurda hegemonía
masculina. Se sigue luchando por derechos de la mujer que avergüenza pensar que
no existiesen. Vivimos en una sociedad donde se continúa discutiendo si hay que
ilegalizar o no la industria de la prostitución.
Recuerdo la euforia que me
produjo, hace pocos años, el primer gobierno de nuestro país con mayoría de
mujeres. Sigo manteniendo esa esperanzada euforia.
Siempre habrá clientas para
el Villarejo de turno. Siempre habrá aterrorizantes señoras Olona o Monasterio.
Puede que hasta siga habiendo presidentas que nos hablen de una España de dos
mil años de antigüedad. Es la condición
humana. Pero estas mujeres retrasan el avance de lo femenino en la sociedad.
Esperemos que nunca puedan llegar a detenerlo.
Sigamos luchando por tener la
necesaria presencia femenina en todos los puestos de responsabilidad. Mientras
paren y amamantan, que pueden hacerlo. Mientras dan a sus hijos esas primeras
normas de comportamiento que son la base de la gente de bien. Mujeres que creen
una esperanza de futuro en este mundo desesperanzado. Mujeres que pongan
inteligencia ante la prepotencia del varón ignorante.