martes, 16 de enero de 2024

Pasando el invierno

 







 

l invierno se nos hace largo a los viejos que estamos a la espera de que acabe, amagados al calor de la estufa, a la espera de que vuelvan a ser hojas las yemas observadas día a día, a la espera de los nuevos verdes, a la espera de esa propina que ya nos parece el poder ver renacer el mundo un año más. No tenemos grandes fríos, eso dicen los termómetros y eso alarma sobremanera a los científicos, pero en los huesos de los viejos ese poco frío se cuela, se asienta y cuesta sacarlo. No tenemos el horizonte lejano y prometedor que calienta el cuerpo de los jóvenes.

Invierno sin esperanza de verdes es en el que nos están sumiendo a los viejos con las nuevas tecnologías. El uso de tan magníficas herramientas, en muchos casos, es torpe, abusivo y torticero. Al menos a mí me lo parece. Ya no son solo los bancos y demás empresas privadas en busca de la reducción de plantilla, son también las administraciones públicas complicando sobremanera trámites burocráticos al forzar su realización por medios electrónicos. Los viejos solemos ser torpes en la utilización de las últimas tecnologías informáticas, sí, qué duda cabe; tecnologías que suelen manejar con soltura jóvenes sin formación específica y apenas genérica. Y esto no ha hecho más que empezar. Quien sabe lo que cabe esperar del uso de la IA por los actuales y oscuros poderes del mundo.

Invierno se nos hace el asomarnos al mundo por los medios de comunicación. Los que pusimos juventud e ilusión en la esperanza de un mundo más justo vemos con asombro derrumbarse lo que creíamos conseguido en este último medio siglo. Vemos crecer la desigualdad y la pobreza. Vemos hacerse asombrosamente más ricos a los que ya lo eran. Vemos el derrumbe de lo público en favor de lo privado. Vemos hundirse la sanidad pública, la enseñanza pública… Vemos crecer a los nostálgicos de la dictadura y sus métodos, oímos el cacareo de sus voceros en todos los foros, y vemos, preocupados, germinar su semilla entre jóvenes desalentados, desilusionados.

La izquierda europea en general y la española en particular no supieron plantar cara al neoliberalismo, pretendieron convivir con él, no supieron trasmitir a la gente el peligro, el tremendo paso atrás que esas doctrinas socioeconómicas significaban para lo conseguido en Europa tras la Segunda Guerra y en España tras la dictadura. Y esos polvos trajeron estos lodos; algunos tan esperpénticos como los que pretenden definir con una palabra tan absurda como anarcocapitalismo. Hoy por hoy el gran enemigo sigue siendo el liberalismo económico trabajando para el gran capital. Hoy por hoy me dan más miedo los emperejilados liberales que los neonazis o neofascistas. Mañana no lo sé. El deterioro es muy rápido. Tenemos una izquierda fraccionada en pequeños grupúsculos trabajando para conseguir su pequeña parcela de poder; una derecha cautiva de sus extremos más reaccionarios; y unos trasnochados nacionalismos, de todos los colores, que usan y abusan de la situación. Tenemos una judicatura encastillada y escorada a la banda por la que se escora. Tenemos un muestrario de las corruptelas más variopintas y tenebrosas. Tenemos, por tener de todo, hasta un clero católico levantado contra su jefe, un Papa argentino, un peligroso rojo, parece ser.

Pero lo más preocupante es esa juventud desalentada y desilusionada a la que no se ha sabido ofrecer futuro.

Aquellos de las melenas y las trencas, a los que los Conesa y los Billy el Niño no llegaron a tirar por la ventana, están un poco viejos, ya no están para carreras con los grises. Están, en los mejores casos, amagados junto a la estufa, esperando que las yemas sean nuevos verdes, escribiendo sus tonterías, reuniendo cosas de los que fueron para los que son. Pasando el invierno. Asomando la nariz a un mundo en la frontera de no se sabe qué, soportando arengas y monsergas que creían superadas. Pasando el invierno.





 

                                                                                              


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