Hace un sol tímido, como de abril en el que estamos. Un sol suficiente para abrir las lilas, para cubrir de inquieto y titilante verde el tilo al que enmarca mi ventana. Un sol que mantiene indecisos a los geranios pero da vida al pulgón negro que ya cubre los brotes de la hiedra. Un sol insuficiente para calentar los huesos de los viejos, que seguimos arrimados a la maternal radiación de la estufa.
Mientras, los jóvenes se
empeñan en temperaturas que aún no han llegado, y van dejando al aire piel ansiosa
de verano y libertad.
Mientras, los noticieros
nos cuentan un mundo cada día más preocupante, hacia no sé dónde, en la
frontera de no sé qué.
Mientras, las calles se
llenan de marginación y desigualdad.
Pasado mañana es 25 de
abril. Siento nostalgia de aquellos días en que creí, creímos, que o
povo é quem mais ordena.
Hoy es el día del libro,
pero en este pueblo tan tan no hay donde comprarse uno, no queda ninguna librería.
Mañana seguiré observando
el renacer del mundo vegetal, ese sí parece que renace. Seguiré guardando lo
que tengo de los que fueron por si algún día interesa a los que son.
Seguiré en la ventana
mirando un mundo que ya no sé si es el mío.