miércoles, 21 de agosto de 2024

Viejos estupefactos

 

 



Adjetivo de enjundia este, debe de tener el latín muy cerca, pero se me antoja que puede definir el estado de unos determinados viejos observantes de la realidad político social de nuestro país. Me refiero a los integrantes de esa generación que, hace casi medio siglo, puso a España entre las democracias europeas.

La política, en estos nuestros aciagos días, ha dado en mero ejercicio de destrucción del adversario por los más mezquinos y ruines métodos. El bulo, ideado y adobado en los despachos, se lanza a la incontenible corriente de los “medios de comunicación social,” en los que va dejando el poso buscado. Siniestros personajillos, a una y otra mano, del partido o externalizados, hurgan en la vida e historia del adversario político y su familia, a la pesca del dato utilizable en su contra. Y si no se encuentra se fabrica, se moldea adecuadamente. Pero lo más preocupante, considero yo, es la entrada en escena de una parte de la Judicatura, en este caso a una sola mano, dispuesta a la actuación política corporativa y al enfrentamiento con el segundo de los poderes del Estado.

La ufana parte de esa generación apaleada por los grises, convencida de que el fruto de su larga lucha es un sistema democrático capaz del control social de los poderes del Estado, mira asombrada, estupefacta, este encastillamiento corporativo de una parte mayoritaria del tercer poder. Con esto no se contaba… Y contra esto… ¿cómo se lucha?

La parte apaleada de esa generación, además de asombrada, está vieja, no está para mas luchas. Tiene la alarmante impresión de que el relevo es más escueto cada día. Ve el crecimiento de ideologías que se consideraban superadas. Ve, estupefacta, la defensa de arcaicos liberalismos económicos por los emergentes añorantes del franquismo. Ve que, entre los jóvenes, resurgen idearios nazifascistas enterrados tras la segunda gran guerra, salvo en España, claro, en que hubo que esperar a la muerte del dictador al que indultaron los aliados.

La política de nuestros días está en manos de personajes de escaso nivel. Los de una mano condicionados, como siempre ha sido, por los poderes económicos. Los de la otra mano divididos en facciones con intereses personalistas, o con luchas intestinas que también responden a intereses personales, lo que distrae su trabajo por el bien común que los justifica éticamente.

Y en ese mar pescan los nacionalismos periféricos de siempre. Nunca sin tajada.

Y los viejos, esos viejos a los que apalearon los grises, estupefactos. Que es adjetivo de mucha elegancia.