viernes, 6 de diciembre de 2024

Sin apenas invierno

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

vanza diciembre sin apenas invierno. Por la ventana entra un sol de mediodía que dibuja sombras recias en la habitación. Hay plantas que no se deciden a terminar de tirar sus hojas, no parecen convencidas de que sea el momento. Esta mañana, en mi diario ejercicio de barrer el jardín, más bien mirar y ver que barrer, el color de las florecidas violetas me ha retrotraído a olores almacenados en esas honduras que parecen emerger ahora, cuando viejo: el olor del ramito de violetas que mi abuelo llevaba a mi abuela, por su tiempo, cuando aún había floristas que las ofrecían por las calles de Madrid.

     Antes, temprano, ha sido el momento de ojear los periódicos: el cada día más doloroso encuentro con la realidad de nuestra época, con la zafiedad de nuestros políticos, con el brutal partidismo de los jueces, con el pesimismo de los científicos ante el porvenir de nuestro mundo. Es ya dura disciplina querer mantenerse más o menos informado, no atender a la vejez que pide alivios, que pide apartar la atención de la cruda realidad de nuestro tiempo.

     Parece que se anuncia invierno para la semana entrante. Tranquiliza que en invierno tengamos invierno.

     No queda otra que seguir haciendo de viejo, es decir, rememorando, perdiéndose en los recovecos menos agrios de un tiempo que fue. Planificar futuros es cosa de jóvenes, y duro lo tienen. El otro día, una conocida política, militante en una de las escisiones que en la izquierda han producido los egos y los personalismos, denominaba despectivamente como “progres” a la izquierda que situaba a su derecha, supongo que a socialistas y socialdemócratas. Cierto es el brutal, el inadmisible acoso de la derechona a la familia de esa señora, pero eso no puede derivar en el desprecio a esos “progres,” a los que se deben, en gran medida, las conquistas democráticas en nuestro país tras la dictadura.

     Mañana, si la espalda me lo permite, seguiré barriendo las hojas que hayan caído, rememorando, leyendo los periódicos, guardando cosas de los de ayer por si algún día interesan a los de mañana… Hay que seguir viviendo.