vanza diciembre sin apenas
invierno. Por la ventana entra un sol de mediodía que dibuja sombras recias en
la habitación. Hay plantas que no se deciden a terminar de tirar sus hojas, no
parecen convencidas de que sea el momento. Esta mañana, en mi diario ejercicio
de barrer el jardín, más bien mirar y ver que barrer, el color de las
florecidas violetas me ha retrotraído a olores almacenados en esas honduras que
parecen emerger ahora, cuando viejo: el olor del ramito de violetas que mi
abuelo llevaba a mi abuela, por su tiempo, cuando aún había floristas que las
ofrecían por las calles de Madrid.
Antes, temprano, ha sido el momento de
ojear los periódicos: el cada día más doloroso encuentro con la realidad de
nuestra época, con la zafiedad de nuestros políticos, con el brutal partidismo
de los jueces, con el pesimismo de los científicos ante el porvenir de nuestro
mundo. Es ya dura disciplina querer mantenerse más o menos informado, no
atender a la vejez que pide alivios, que pide apartar la atención de la cruda
realidad de nuestro tiempo.
Parece que se anuncia invierno para la
semana entrante. Tranquiliza que en invierno tengamos invierno.
No queda otra que seguir haciendo de
viejo, es decir, rememorando, perdiéndose en los recovecos menos agrios de un
tiempo que fue. Planificar futuros es cosa de jóvenes, y duro lo tienen. El otro día, una conocida política,
militante en una de las escisiones que en la izquierda han producido los egos y
los personalismos, denominaba despectivamente como “progres” a la izquierda que
situaba a su derecha, supongo que a socialistas y socialdemócratas. Cierto es
el brutal, el inadmisible acoso de la derechona a la familia de esa señora,
pero eso no puede derivar en el desprecio a esos “progres,” a los que se deben,
en gran medida, las conquistas democráticas en nuestro país tras la dictadura.
Mañana,
si la espalda me lo permite, seguiré barriendo las hojas que hayan caído, rememorando,
leyendo los periódicos, guardando cosas de los de ayer por si algún día
interesan a los de mañana… Hay que seguir viviendo.