martes, 11 de noviembre de 2025

Paseo por el antaño lejano

 








 

El trinado vuelo a saltos de los colorines entre el malva de los cardos marianos. Agrio lamento de la noria en contrapunto al alegre borbollar del agua derramándose camino de los surcos. Paciente giro del asno cegado. En las eras, las risas nerviosas de las tapadas mozas observadas por los mozos. Interjecciones de mando del yuntero en la maniobra de la carreta de parva que será pan bregado en el largo invierno, golpes de la aguijada sobre el yugo en que rechina el roce de las correas, y en el enorme esfuerzo los inquietos ojos de las vacas tras los flecos de las melenas de cuero. El acechante planeo del gavilán interrumpe el zureo que llega de un palomar. Croar de ranas entre los juncos del rosario de charcas que fue arroyo en invierno. Llega la cigüeña del campanario a pescar el almuerzo de sus cigüeñinos, interrumpiendo el canto de la charca. La algarabía de golondrinas y vencejos raya el cielo que se recorta en las cuadriculas verdes de los bacillares de los cerros. El trotecillo del borrico cano lleva al paisano al riego de su huerta. Torpeza del sapo que intenta cruzar las roderas del camino. Barbechos rojos, amarillo en las tierras segadas, verdes en las huertas y grises en las nubes densas sobre el fondo azul. Corrillo de viejos sentados en los restos de una tapia, observando la continuidad de la vida, manos como sarmientos sobre las cachavas, pellejos quemados por mil soles, panas mil veces remendadas. Buenos días. Buenos nos los dé Dios. Trinan los verderones en los ciruelos que maduran.










domingo, 2 de noviembre de 2025

Algo de otoño


 



 

Parece que ya nos llega algo de otoño. Baja la temperatura y los árboles se deciden a tirar los sepias, los rojos, los amarillos que tiñen las hojas que se recortan sobre el cielo gris. Los crisantemos han cumplido, fieles, su florida cita con los que fueron. Observo a diario como se va coloreando, oscureciendo, el verde de las numerosas acebuchinas que, este año, tiene el acebuche que planté, hace tiempo, en un tiesto. Las hojas de los lilos se secaron en verano, no sé si es una plaga o respuesta a los inusitados calores de este cambio climático que para tantos no existe, a pesar de las tremendas evidencias solo son manías de los rojos, dicen. Los lilos que todo lo soportan, o soportaban. Los lilos que responden, o respondían, a los inviernos fríos con exuberantes floraciones primaverales. Los lilos de las fragancias al caer de la tarde. Sí, este verano se han secado las hojas de los lilos, y busco yemas que me den esperanza de primavera. He guardado los geranios en su rincón de invierno, he guardado lo que de los geranios ha dejado la mariposa africana que los revolotea grácil para que mueran comidos por sus larvas.

Las higueras tienen desconcertada mi ignorancia, pierden las hojas en verano y vuelven a abrir sus yemas en otoño, me causa tanto desconcierto como ver florecer los ciruelos en noviembre, lo he visto ya varios años. Tengo la impresión de que las plantas que mejor están resistiendo el cambio climático son las crasas. Cumplo mi diaria gimnasia de viejo barriendo hojas, las amontono a los pies de los arbustos o en la pila de lo que, espero, con el tiempo sea compost, alimento de floraciones. Los fríos harán menos apetecible esta gimnasia. Todos los días acudo a la cita con el espectáculo que el sol pueda ofrecernos al ponerse tras la cinta azul guadarrameña.

Dice mi hija que hoy ha venido un rabilargo a bañarse en un charco del jardín. Los madroños tienen un rojo radiante. Las varas de las malvas van dejando caer su prometedora semilla. Llueve. Hay una luz gris, de otoño. Sí, ya hay algo de otoño. Tranquiliza la sucesión estacional en estos días en que vivimos.













jueves, 18 de septiembre de 2025

Lógica

 





 

     En el pasado agosto, a uno de mis nietos, el gran Samu, de cinco años, se le calló su primer incisivo. Fue mucha su alegría por el paso a protagonista, tras haber sido testigo de las celebraciones por las caídas de dientes de su hermano. Conocedor de la liturgia a seguir con el ratón Pérez, me pidió un papel, hizo su dibujo, pegó el diente con celo, y a la noche lo colocó bajo la almohada. Al despertarse pudo comprobar que el asunto seguía funcionando, el ratón cumplía.

     Por la mañana estaba inquieto y lloroso, preguntando si alguien había visto una pluma de paloma que encontró en el jardín y se le había perdido. Hubo que buscarle otra pluma. Me pidió papel y celo y le vi dibujando y pegando la pluma sobre el papel. A la mañana siguiente solo encontró, bajo la almohada, una razonada explicación de la específica dedicación de Pérez a los dientes humanos. Explicación que hubo que traducirle no sé si con mucho éxito. Limitaciones al pensamiento lógico que la vida nos va imponiendo.





 

sábado, 12 de julio de 2025

Algo se ha tenido que hacer mal

 

 

 


 

 











 

la sombra de un corro de tilos que tiran sus últimos frutos ya secos, en una mañana de un julio exacerbado por el cambio climático, charlan los viejos convocados por la querencia al sentimiento común. Hablan despacio, sin interrumpirse, en un paseo por lo que fue, en un ligero vuelo sobre lo que dio sentido a sus vidas. Apuntan girones de existencia que no esperan respuesta, que no necesitan respuesta, que conocen la respuesta de los afines que les rodean. Los viejos enhebran pespuntes de lo que fue frente a una actualidad que les aplana.

 

—Pues sí, qué duda cabe. La mayor parte de nosotros, los de nuestra edad, procedemos de familias religiosas, más o menos religiosas. Recibimos una educación católica y hemos tenido una experiencia en la fe durante la infancia, pero con el tiempo se nos fueron acumulando las preguntas sin respuesta y las incongruencias. Supongo que, en nuestra adolescencia y juventud, la mera observación del comportamiento del clero para con la dictadura, fue decisiva en la configuración de nuestro pensamiento.

—Lo curioso es que, en ese “despertar” por el que todos, o casi todos, hemos pasado, son pocos los que desembocaron en el ateísmo. A la mayoría el paulatino alejamiento de la religión les fue, o nos fue, llevando a posiciones agnósticas. Siempre me ha llamado la atención el proceso de adaptación o fusión de la primigenia moral cristiana que nos inculcaron, con los principios éticos adquiridos en nuestra “subterránea” formación posterior.

—El ateísmo requiere de una fe casi comparable con la religiosa.

—En los que procedemos de familias no religiosas y perseguidas por la dictadura el proceso fue distinto, claro está. En mi infancia una sotana, un tricornio o un uniforme eran el miedo, símbolos de todo mal. No he conocido esa fe de la que habláis, solo he conocido el miedo al cura, a la camisa azul, al señorito. Me costó trabajo llegar a entender y admitir vuestra indulgencia, esa cierta indulgencia de vuestras posturas para con una Iglesia tan integrada en la dictadura, en la feroz represión.

—quisiera poder explicarme cómo es posible que, entre personas educados en los mismos valores, crecidas en el mismo caldo de cultivo, incluso entre hermanos, puedan surgir tanto un agnóstico militante en la izquierda política como un fascista de rojigualda en la muñeca echando billetes en el cepillo de la misa del domingo.

—Pues no es nada lo que planteas. ¿Los rojos y los fachas nacen o se hacen?

—Creo poder afirmar, porque os conozco, que todos o casi todos nosotros optamos de jóvenes por situarnos al lado de los oprimidos de este mundo. Llegamos a la izquierda como opción tras el análisis del entorno social, no fueron las lecturas las que nos crearon una ideología, pocas lecturas no filtradas tuvimos de jóvenes, los libros, después, pusieron palabras y orden a los sentimientos. Cierto es que mucho nos ayudo la evidente necesidad ética de luchar contra la dictadura y situarse frente a su ideología.

—Pues yo me atrevería a decir que hay una cierta predisposición en los individuos, en su carácter, para situarse a un lado o al otro, pero no soy capaz de analizar el por qué.

—Parece que todos dais por hecho la dificultad o imposibilidad de ser religioso y de izquierda o progresista.

—Imposible no, supongo, difícil sí. De jóvenes conocimos a los curas obreros. En las sacristías ha nacido algún movimiento social progresista que todos conocemos. Pero de controlar y frenar estas aventuras siempre se ha encargado el Vaticano.

—Pues vaya mañana que llevamos. Estos asuntos ya no interesan ni a los arqueólogos.

—Lo que sí parece claro es que, si nos escuchase un jovencito de esos que, hoy en día, reivindican el franquismo, no entendería una palabra.

—Como nosotros no entendemos una palabra de lo que está ocurriendo. Hemos pasado unos años, tras la transición y el ingreso en la Comunidad Europea, convencidos de que han sido los mejores años por los que ha pasado este país. Y de alguna manera orgullosos de ser una generación clave en esos logros. En España es claro que estos logros se derrumban, pero en todo occidente se derrumba lo conseguido tras la Segunda Guerra. Algo se ha tenido que hacer mal.

—Es incomprensible el triunfo de tanto energúmeno. Las barbaridades que tenemos que oír. Es incompresible este tremendo paso atrás de la humanidad. Estoy contigo, algo se ha tenido que hacer mal.

—Pues para no incurrir en más errores propongo continuar con una charla más ligera y con unos chatos de vino delante, aquí mismo, en el kiosco de aquí al lado.

 

Los viejos no tardan en enjuagar con risas la tristeza que les produce la realidad que asoma en los medios de comunicación.






 

lunes, 14 de abril de 2025

Abril

 

 



Tengo de fondo el zureo de las torcaces y en primer plano el alboroto de los mirlos en sus persecuciones territoriales y amorosas. Ya están verdes los negrillos; los lilos anuncian su floración; los lirios han lanzado las varas que azulean espléndidas; las abejas liban en el amarillo de las sedum y en las violetas; las higueras y las moreras están a punto de abrir sus yemas y extender sus hojas; colorean la pradera los dientes de león que resisten la siega. Sí, ya hay primavera y servidor la observa. Sí, hay primavera un año más, a pesar del histriónico personaje de los pelos colocados con pegamin, el absurdo yanqui empeñado en complicar la vida a los humanos, en hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, el socio de la bestia israelí y del nuevo zar de las rusias. A pesar de todo hay primavera un año más, y nos ha sido dado el privilegio de observarla. En ello estoy.







 

                                                                                                      

Dorín

 

 

 

 

 

orín era un niño con descalabraduras en la rapada cabeza y costras perennes en las rodillas al aire. Según esto podríamos deducir que era un niño como todos los de aquel tiempo, pero no, a Dorín lo conocíamos del camino de casa al colegio y del colegio a casa, pero no del colegio, Dorín era un niño siempre en la calle. Sería por aquel entonces más o menos de mí misma edad, sobre los diez u once años, el tiempo del primero de bachillerato. Tenía Dorín una gran habilidad para redondear cristales para las chapas, se servía de la ranura de un tornillo que había en los faroles de aquel tiempo, ranura en la que iba pellizcando el cristal hasta lograr la redondez y el tamaño justo para albergarlo en la chapa. Con ese cristal, un aro metálico que no sé donde conseguía, masilla de fontanero y un cromo de ciclista o futbolista, fabricaba unas chapas que vendía a los colegiales capaces de reunir unos céntimos. El cromo había que facilitárselo. Recuerdo que, por el capital de dos reales, me hizo a mí una chapa con un cromo de Van Looy que costaba diez o doce repes.

Nosotros no lo vimos. Solo vimos el alboroto de la gente y el dibujo rojo del neumático sobre los adoquines, junto al farol. – ¡Lo ha matado, lo ha matado…! - decía la portera de la casa adjunta.







martes, 25 de febrero de 2025

No desesperar

 

 

 

 

 


Creo que el mundo, fundamentalmente occidente, está viviendo una auténtica locura. Todo lo creado por la humanidad aterrada tras la Segunda Guerra Mundial, está en peligro. Los fundamentos del occidente libre están en entredicho. Las viejas ideologías resurgen, nadie se acuerda de los sesenta millones de muertos. Los jóvenes maman, en las modernas redes sociales, las viejas consignas del odio, el dolor y el horror. Y ya no serán los yanquis los que salven a la vieja Europa, entre ellos también vemos el antiguo saludo romano de nazis y fascistas. No está fácil el optimismo en estos días.

Me refugio en un viejo compañero de viaje: Miguel Torga, el ibérico de nacionalidad elegida. Él sufrió las dictaduras franquista y salazarista, y pagó con cárcel. Vivió la sublevación militar en España y la guerra consiguiente. Vivió la Segunda Guerra Mundial, la victoria de los aliados y el doloroso olvido de los pueblos ibéricos por los vencedores. Y, mientras, escribió sus libros, cuidó a sus pacientes y enhebró unos diarios en los que, a pesar de todo, nos dejó constancia de su fe en los humanos. El 16 de junio de 1947 escribía en Coímbra:

Sobre todo, no desesperar. No incurrir en el odio, ni en la renuncia. Seguir siendo un hombre entre tantos borregos, conservar una lógica entre tantos sofismas, seguir amando al prójimo entre tanta falsa retórica.

 Hacía dos años del final de la Guerra Mundial, nuestros días se parecen más a los preludios de esta, pero me agarro a la reflexión del viejo maestro ibérico.




 

lunes, 24 de febrero de 2025

Primera primavera










Esta mañana he visto alzarse entre las crasas los primeros narcisos, alzar su amarillo a esta primera primavera sin tu serena bondad, Luis, dulce amigo. Toda una vida en la consciencia, en la reconfortante seguridad de que ahí estabas siempre, por si hacías falta, por si era necesaria tu palabra. En tu recuerdo quedo, sobre el poso de bonhomía y honradez que en mí has dejado.