Esta mañana he visto alzarse
entre las crasas los primeros narcisos, alzar su amarillo a esta primera
primavera sin tu serena bondad, Luis, dulce amigo. Toda una vida en la
consciencia, en la reconfortante seguridad de que ahí estabas siempre, por si
hacías falta, por si era necesaria tu palabra. En tu recuerdo quedo, sobre el
poso de bonhomía y honradez que en mí has dejado.
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