que, si color moreno en mí hallaste,
ya bien puedes mirarme
después que me miraste,
que gracia y hermosura en mí dejaste.
Las interpretaciones
pueden ser muchas, pero aquí y ahora es la estrofa que me acude.
Es fácil también rememorar
los versos al Único, los cantos de los sufíes murcianos del siglo XIII, lanzados,
disparados al cielo como las palmeras huertanas; imágenes, símbolos
que tres siglos después utilizará San Juan.
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