No sé
si nuestra sociedad está tan podridita como cabe deducir del amontonamiento de corruptelas
de nuestros dirigentes con que nos atizan a diario los medios de comunicación; eso
sí, cada uno incidiendo y adobando el asunto según sus intereses ideológico-pecuniarios.
Y cabe imaginar que solo nos enteramos de una pequeña parte del tinglado, y que
solo se pilla a los más tontos, a las víctimas de las intrigas entre poderosos,
o a los que les toca hacer de chivos expiatorios (previo abono del importe
pactado, digo yo que será). No tiene sentido suponer una tan generalizada
corrupción entre políticos en una sociedad sana y con valores. Lo lógico es presumir que los políticos son imagen de esa
sociedad de la que emanan, ergo vivimos en una sociedad tan corrupta como lo
son sus dirigentes. Sería necesario y justo una afinación clasificatoria por
estratos sociales – lo de clases cabrea mucho– pero ese jardín, hoy en día, necesita
de un análisis – lo de marxista cabrea más – que excede de mis humildes
propósitos.
Las
causas de esta situación las supongo complejas. Unas serán comunes con las
sociedades de nuestro entorno, y otras particulares de nuestro avatar histórico.
Pero de lo que estoy seguro es que las deficiencias del tránsito de la
dictadura a la actual situación tienen mucho que ver con esta postración ética.
Sin entrar en pormenorizar estas ya tan tratadas deficiencias me acojo a la
simplificación popular que, para entendernos, sirve: ganaron los de siempre y perdieron
los acostumbrados a ello. Pero los ganadores no tuvieron más remedio que
dejarse pelos en la gatera de tan singular tránsito, y esos pelos son los que
mantienen hoy, más o menos, la apariencia de este nuestro humildísimo tinglado
democrático. Y entre esos pelos están, por ejemplo, los jueces que se creen
realmente lo de ser representantes de un poder del Estado, y actúan en
consecuencia. Jueces que, aguantando el tirón y plantando cara, nos dignifican.
Nunca podremos agradecérselo lo suficiente. Ojalá que todos los funcionarios –
los tan criticados funcionarios – no tuviesen tan cerca la garra del jefe
político como la suelen tener; ojalá prevaleciese más a menudo el criterio del
humilde funcionario de oposición y no el del político genuflexo e ignorante;
mejor nos iría. Pero las valientes actuaciones de estos jueces y demás heroicos
funcionarios no curan los cánceres de nuestra sociedad, que necesita de
cirugías genéricas que solo corresponden a la ciudadanía.
De
eliminar o paliar otros pelos dejados en la gatera del tránsito se está
ocupando con aplicación el actual Gobierno, con legislaciones ad hoc solicitadas
por los grupos de poder a los que se debe. Pronto, en ello están, la democracia
será una mera envoltura para regalo, dentro de la cual esté el caldo de cultivo
en que puedan moverse con soltura los estamentos socio-económicos representados
por el partido actualmente en el Gobierno. Y a la vez que les eliminan
obstáculos les amplían los campos de negocio, al incluir los ahora abarcados
por lo público.
Es de
ver cómo hemos llegado a admitir con naturalidad la mentira cotidiana y la falta
de honradez de nuestros dirigentes. Es preocupante cómo nos vamos acostumbrando
a esta forma de proceder. Descorazona ver cómo los ciudadanos votan a sabiendas
al golfo que va en las listas por el mero hecho de que es de los suyos. Cuentan en Galicia un chascarrillo sobre un
político al que sus compañeros hacían ver que los expedientes no salían del
ayuntamiento. Es muy fácil, contestaba el interpelado, ponedme un sello, en los
que tengan que correr, que diga: É de os nosos. Veréis si corren…
Hace
pocos días eran muchos los ciudadanos que sintieron – sentimos -vergüenza al oír
al Presidente del Gobierno defender algo tan peregrino como una ley para
impedir a las minorías unirse en acuerdos para gobernar. Sonrojaba ver a la
máxima autoridad del país defender con desparpajo algo tan antidemocrático. Pero
todo vale para el fin de la actividad política: la conquista y mantenimiento
del poder por cualquier medio.
La
pasada bonanza económica ha alargado la corrupción a sectores socio-políticos
antes inmunes, al menos por falta de acceso a la abundancia de dineros. La
condición humana es la que es, y aunque haya que distinguir entre lo connatural
y lo circunstancial, es triste, triste y preocupante ver a ese sector de los
sindicatos andaluces en el trance en que lo vemos.
En
mayo – significativo mes – del 2011, fuimos muchos los que oímos con alborozo
levantarse la voz de los Indignados del
15M. En el fin del espejismo se
alzaban los más perjudicados por la aventura neoliberal: una juventud excluida.
Poco a poco fue conformándose un ideario del movimiento, más o menos extendido
por Europa, que podemos aceptar como definitorio del pensamiento de una parte
importante de nuestra juventud. Un ideario progresista y avanzado, pero con
unas características de horizontalidad y heterogeneidad que, junto a su régimen
asambleario, desconcierta a la izquierda tradicional, a la que coge con el pie
cambiado y no sabe responder; son formas y maneras nuevas, frescas y
esperanzadoras, en las que los viejos tendremos que poner los cinco sentidos y
toda la ilusión que seamos capaces. La reacción de la derecha fue la propia de
su condición: la represión.
Han
sido muchos los movimientos de contestación social, a cual más apreciable,
surgidos del o tras el 15M. Por su
trascendencia política tras las últimas elecciones europeas hay que resaltar a Podemos. En un activo grupo de jóvenes
profesores de la Complutense Madrileña, que se mueven en el entorno de IU,
destaca la figura de Pablo Iglesias
Turrión, que con habilidad y capacidad de liderazgo va abriendo una vía de
expresión en los medios de comunicación más o menos marginales. Alguna de las
grandes cadenas de TV ve en la personalidad y la capacidad de convocatoria de
Pablo un filón a explotar, y lo tenemos - arrastrando masas - de contertulio
enfrentado a cuanto dogo de la derecha mediática le ponen por delante.
Creo que
Pablo Iglesias es un hombre de
izquierdas que, por matizar, situaría en la línea ideológica de Enrico
Berlinguer, y con su pensamiento adobado por las ideas recogidas en el 15M. Ya el político italiano reflexionó
sobre la lamentable deriva que los partidos políticos habían tomado en Italia y
en Europa en general, y Pablo Iglesias
lo hace sobre el bipartidismo español, llegando a su dura calificación de “Casta” para cuantos han tenido responsabilidades
políticas en nuestro periodo democrático.
Puede
que la definición de Casta sea
demasiado genérica e injusta en algunos casos, puede. Y no sé si serán posibles
las organizaciones políticas horizontales, asamblearias y de ideología plural,
no lo sé. Pero estoy ojo avizor. El asunto me interesa.
De
momento lo único que puedo hacer es observar lo que está a mi alcance: la
formación de los círculos locales de Podemos.
Lo que sí puedo afirmar es que me preocupa y desconcierta oír en una asamblea
progresista, al señor que está a mi lado, afirmar que la dialéctica izquierda
derecha es algo periclitado y que no se ajusta a nuestra realidad social
actual, y me preocupa ver las manos girar en aprobación. Me preocupa porque
entramos en una zona que no entiendo. Seguimos viviendo en una sociedad con
desigualdad creciente, donde el viejo conflicto está vivo y pidiendo
soluciones. Puede que los jóvenes tengan una amplitud de espíritu que les
permita hacer posible la colaboración entre gentes con concepciones distintas
de la realidad, para la consecución de unos fines comunes mínimos, puede. Pero
el conflicto está ahí, y parece que tarde o temprano aflorará.
En
todo caso tengo clara mi condición de mero y respetuoso espectador de un
fenómeno que no termina de encajar en mis viejos y cuadriculados esquemas.
¿Podrán?
No lo sé, pero a algo tenemos que asirnos cuando lo que tenemos delante es una
derecha desatada a la que solo se opone una izquierda débil y desorientada. Los
jóvenes parecen ofrecer otros caminos, veamos y oigamos.