jueves, 31 de julio de 2014

¿Podrán?















No sé si nuestra sociedad está tan podridita como cabe deducir del amontonamiento de corruptelas de nuestros dirigentes con que nos atizan a diario los medios de comunicación; eso sí, cada uno incidiendo y adobando el asunto según sus intereses ideológico-pecuniarios. Y cabe imaginar que solo nos enteramos de una pequeña parte del tinglado, y que solo se pilla a los más tontos, a las víctimas de las intrigas entre poderosos, o a los que les toca hacer de chivos expiatorios (previo abono del importe pactado, digo yo que será). No tiene sentido suponer una tan generalizada corrupción entre políticos en una sociedad sana y con valores. Lo lógico es  presumir que los políticos son imagen de esa sociedad de la que emanan, ergo vivimos en una sociedad tan corrupta como lo son sus dirigentes. Sería necesario y justo una afinación clasificatoria por estratos sociales – lo de clases cabrea mucho– pero ese jardín, hoy en día, necesita de un análisis – lo de marxista cabrea más – que excede de mis humildes propósitos.
Las causas de esta situación las supongo complejas. Unas serán comunes con las sociedades de nuestro entorno, y otras particulares de nuestro avatar histórico. Pero de lo que estoy seguro es que las deficiencias del tránsito de la dictadura a la actual situación tienen mucho que ver con esta postración ética. Sin entrar en pormenorizar estas ya tan tratadas deficiencias me acojo a la simplificación popular que, para entendernos, sirve: ganaron los de siempre y perdieron los acostumbrados a ello. Pero los ganadores no tuvieron más remedio que dejarse pelos en la gatera de tan singular tránsito, y esos pelos son los que mantienen hoy, más o menos, la apariencia de este nuestro humildísimo tinglado democrático. Y entre esos pelos están, por ejemplo, los jueces que se creen realmente lo de ser representantes de un poder del Estado, y actúan en consecuencia. Jueces que, aguantando el tirón y plantando cara, nos dignifican. Nunca podremos agradecérselo lo suficiente. Ojalá que todos los funcionarios – los tan criticados funcionarios – no tuviesen tan cerca la garra del jefe político como la suelen tener; ojalá prevaleciese más a menudo el criterio del humilde funcionario de oposición y no el del político genuflexo e ignorante; mejor nos iría. Pero las valientes actuaciones de estos jueces y demás heroicos funcionarios no curan los cánceres de nuestra sociedad, que necesita de cirugías genéricas que solo corresponden a la ciudadanía.
De eliminar o paliar otros pelos dejados en la gatera del tránsito se está ocupando con aplicación el actual Gobierno, con legislaciones ad hoc solicitadas por los grupos de poder a los que se debe. Pronto, en ello están, la democracia será una mera envoltura para regalo, dentro de la cual esté el caldo de cultivo en que puedan moverse con soltura los estamentos socio-económicos representados por el partido actualmente en el Gobierno. Y a la vez que les eliminan obstáculos les amplían los campos de negocio, al incluir los ahora abarcados por lo público.  
Es de ver cómo hemos llegado a admitir con naturalidad la mentira cotidiana y la falta de honradez de nuestros dirigentes. Es preocupante cómo nos vamos acostumbrando a esta forma de proceder. Descorazona ver cómo los ciudadanos votan a sabiendas al golfo que va en las listas por el mero hecho de que es de los suyos. Cuentan en Galicia un chascarrillo sobre un político al que sus compañeros hacían ver que los expedientes no salían del ayuntamiento. Es muy fácil, contestaba el interpelado, ponedme un sello, en los que tengan que correr, que diga: É de os nosos. Veréis si corren…  
Hace pocos días eran muchos los ciudadanos que sintieron – sentimos -vergüenza al oír al Presidente del Gobierno defender algo tan peregrino como una ley para impedir a las minorías unirse en acuerdos para gobernar. Sonrojaba ver a la máxima autoridad del país defender con desparpajo algo tan antidemocrático. Pero todo vale para el fin de la actividad política: la conquista y mantenimiento del poder por cualquier medio.
La pasada bonanza económica ha alargado la corrupción a sectores socio-políticos antes inmunes, al menos por falta de acceso a la abundancia de dineros. La condición humana es la que es, y aunque haya que distinguir entre lo connatural y lo circunstancial, es triste, triste y preocupante ver a ese sector de los sindicatos andaluces en el trance en que lo vemos.
En mayo – significativo mes – del 2011, fuimos muchos los que oímos con alborozo levantarse la voz de los Indignados del 15M. En el fin del espejismo se alzaban los más perjudicados por la aventura neoliberal: una juventud excluida. Poco a poco fue conformándose un ideario del movimiento, más o menos extendido por Europa, que podemos aceptar como definitorio del pensamiento de una parte importante de nuestra juventud. Un ideario progresista y avanzado, pero con unas características de horizontalidad y heterogeneidad que, junto a su régimen asambleario, desconcierta a la izquierda tradicional, a la que coge con el pie cambiado y no sabe responder; son formas y maneras nuevas, frescas y esperanzadoras, en las que los viejos tendremos que poner los cinco sentidos y toda la ilusión que seamos capaces. La reacción de la derecha fue la propia de su condición: la represión.
Han sido muchos los movimientos de contestación social, a cual más apreciable, surgidos del o tras el 15M. Por su trascendencia política tras las últimas elecciones europeas hay que resaltar a Podemos. En un activo grupo de jóvenes profesores de la Complutense Madrileña, que se mueven en el entorno de IU, destaca la figura de Pablo Iglesias Turrión, que con habilidad y capacidad de liderazgo va abriendo una vía de expresión en los medios de comunicación más o menos marginales. Alguna de las grandes cadenas de TV ve en la personalidad y la capacidad de convocatoria de Pablo un filón a explotar, y lo tenemos - arrastrando masas - de contertulio enfrentado a cuanto dogo de la derecha mediática le ponen por delante.
Creo que Pablo Iglesias es un hombre de izquierdas que, por matizar, situaría en la línea ideológica de Enrico Berlinguer, y con su pensamiento adobado por las ideas recogidas en el 15M. Ya el político italiano reflexionó sobre la lamentable deriva que los partidos políticos habían tomado en Italia y en Europa en general, y Pablo Iglesias lo hace sobre el bipartidismo español, llegando a su dura calificación de “Casta” para cuantos han tenido responsabilidades políticas en nuestro periodo democrático.
Puede que la definición de Casta sea demasiado genérica e injusta en algunos casos, puede. Y no sé si serán posibles las organizaciones políticas horizontales, asamblearias y de ideología plural, no lo sé. Pero estoy ojo avizor. El asunto me interesa.
De momento lo único que puedo hacer es observar lo que está a mi alcance: la formación de los círculos locales de Podemos. Lo que sí puedo afirmar es que me preocupa y desconcierta oír en una asamblea progresista, al señor que está a mi lado, afirmar que la dialéctica izquierda derecha es algo periclitado y que no se ajusta a nuestra realidad social actual, y me preocupa ver las manos girar en aprobación. Me preocupa porque entramos en una zona que no entiendo. Seguimos viviendo en una sociedad con desigualdad creciente, donde el viejo conflicto está vivo y pidiendo soluciones. Puede que los jóvenes tengan una amplitud de espíritu que les permita hacer posible la colaboración entre gentes con concepciones distintas de la realidad, para la consecución de unos fines comunes mínimos, puede. Pero el conflicto está ahí, y parece que tarde o temprano aflorará.
En todo caso tengo clara mi condición de mero y respetuoso espectador de un fenómeno que no termina de encajar en mis viejos y cuadriculados esquemas.
¿Podrán? No lo sé, pero a algo tenemos que asirnos cuando lo que tenemos delante es una derecha desatada a la que solo se opone una izquierda débil y desorientada. Los jóvenes parecen ofrecer otros caminos, veamos y oigamos.     











domingo, 20 de julio de 2014

El tigre en la casa














Mi amigo Ambrosio me trae de Méjico una cuidada reedición de El tigre en la casa de Eduardo Lizalde, preparada por una editorial nueva: Valparaiso, con prólogo de Mario Bojórquez.
Lizalde publicó este poemario en 1970, en la madurez intelectual de sus cuarenta años y con  la pasión de un adolescente de alma herida.

De pronto se quiere escribir versos
que arranquen trozos de piel
al que los lea.

Y los arranca. La lectura nos deja en el desasosiego que el poeta pretende, en una sucesión de figuras plásticas a cual más desgarrada, más fiera, más desesperanzada. Y en medio de tanto horror, siempre, la belleza y la poesía.

¿Qué cosa ha de ser cosa
tras su muerte?
¿Qué dolor dolerá
si ella no duele?

Hermosas flores del mal mejicanas, estos poemas de Eduardo Lizalde.







jueves, 17 de julio de 2014

Ocupas














L
a higuera tiende sus hojas como manos mendicantes sobre el musgo de los sillares delimitadores de viejas  soberbias. Sus tallos penetran la frontera de las rejas, donde el orín escapa del corsé de la pintura imponiendo la decadencia de los ocres. Sus raíces buscan entre las juntas de la piedra, empujando, desplazando, descomponiendo un orden ortogonal, quizás caduco. Verdes cimarrones han saltado las geometrías del jardín, dibujando un nuevo paisaje sobre el intuido en los restos de rígidas alineaciones. La mugre llena espacios de abandono teñidos por el torpe grafiti y el humo triste del mendigo .
Y llegan - rastas y música - los ocupas. Y son impensados azules en las ventanas, inauditos amarillos en las rejas. Y parece innecesario un orden de simetría y proporción. La labor de la higuera parece querer formar parte de un todo renovador de horizonte desconocido. Aunque a los viejos las cosas nos suenen a conocidas.