En el camino,
entre Pobladura y San Román,
me asalta el tiempo.
No queda polvareda de era ni gemir de noria,
solo queda tremolar de jilgueros
en los cardos,
y algarabía de pardales
en las tejas.
Quizás,
pueda sentir mías
esas tapias que regresan al suelo,
con los alizares desesperadamente asidos
a la tierra.
Me son ajenas formas y colores,
pero queda la nitidez de abril
y los cielos que aplastan…
y el abandono.
Respiro el tiempo
y puede que no exista el tiempo que
respiro,
que sea solo idea,
o memoria.
¡Cuán ajeno el ruido y propia la nostalgia!
En el camino,
entre San Román y Pobladura,
me siento al calor de los viejos atónitos,
a respirar el tiempo, en esta extraña
tierra
mía.
Nicolás Valdueza
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