El otoño se ha presentado de
golpe. Los árboles, sorprendidos, parecen acelerar los amarillos y los ocres. Los
otoños se van haciendo más cortos cada año, y en este terrible 2020 asusta el
anuncio de los fríos.
Dios los crea y ellos se
juntan. Pero no se pueden juntar muchos, pues pocos son los de su condición en
el medio en que viven. Un medio privilegiado, una colonia de veraneantes de la
burguesía madrileña surgida en los inicios del siglo pasado en las
estribaciones guadarrameñas. Ya no es sitio de veraneo. Los descendientes de
aquellos primeros pobladores y los llegados después viven aquí todo el año. Digo
que pocos son de la condición de los que se juntan porque este grupo de
jubilados tiene formas de ver o interpretar el mundo no muy extendidas entre
sus convecinos. Sus extracciones sociales de origen son variadas, así como la
formación y la actividad que han desarrollado en su vida. Poniendo oído a su
charla veremos lo que les une.
─Tarde llegas para lo que
sueles.
─Chico, que me han pillado
ahí, en la esquina, que no me dejaban marchar, oye. Es la esquina del
adoctrinamiento.
─Esa esquina es la cátedra
de franquismo.
─Eso parece. Antes eran
gente de derechas, y punto. Pero de un tiempo a esta parte no se cortan un pelo
y todo es añoranza y reivindicación franquista.
─Pues hoy están con el
proyecto de la nueva Ley de Memoria Democrática, les sale humo por las orejas.
Lo que más parece indignarles es la posible anulación de determinados títulos
nobiliarios. Con eso estaban. Cuesta entender que les preocupe tanto a los no
directamente involucrados.
─Hombre, a poco que hurgues
te das cuenta de que, a lo largo de la historia, aquí, siempre nos han manejado
condes, duques, marqueses y demás titulería, heredada o comprada, con origen en
reyes, pontífices o dictadores, que a los de abajo tanto nos da y nos ha dado
el origen, el problema es sufrirlos.
─Y militares, que parece que
te olvidas de los militares. Aunque muchos de estos tienen su origen en aquellos,
en la titulería que dices, pues la milicia es oficio que siempre ha gustado a
la preclara nobleza. En nuestros días no te costará encontrar casos de familias
con abuelos de estrellas de cuatro puntas sublevados en la sanjurjada, padres
con las mismas estrellas sublevados en la franquistada, e hijos con las mismas
puntas sublevados el 23f. Se hace difícil no pensar que los nietos están a la
espera de su momento, o fabricándolo.
─Tentémonos la ropa. Miedo da.
─Y en toda esta parafernalia la tramoya teatral
la ha puesto siempre la Santa Madre; el dolor y el sufrimiento lo ha puesto el
pueblo llano, que para eso está.
─Algo habrá que matizar,
digo yo.
─Matiza, matiza. Pero tú
sabes que el matiz de esta gente, a lo largo del tiempo, ha estado entre el
paredón y el anatema. Aunque, para mayor seguridad, siempre han procurado que las
dos cosas fuesen juntas. Al menos desde que la Santa Madre dejó la hoguera y
confió estas engorrosas labores de limpieza a sus armados compañeros de camino.
─¿Y el capital? ¿Dónde dejáis
el papel del capital?
─Históricamente el capital
también ha estado en manos de la titulería. Qué duda cabe. Algún pelo de los
señoríos se dejó esa gente en la gatera de las Cortes de Cádiz, pero los
principales títulos no se dejaron allí las propiedades, las aumentaron.
─Algunos o bastantes ricos
nuevos aparecieron en las bien intencionadas y fracasadas desamortizaciones
principales, pero rápidamente se unieron e imitaron a los de siempre, incluso pudieron
hacerse con títulos que los adornasen, para no desentonar.
─Oye, a mí, como bilbaíno
que es uno, le interesa especialmente el tema de la industrialización del XIX. Quedó
en poco, no vamos a engañarnos, poco más que los textiles catalanes y la
industria vasca; y esta, al final, se concretó sobre todo en bancos y finanzas.
No voy a poner nombres, pero ahí están. Mal que bien ahí están.
─Más mal que bien están tus
ahorrillos en acciones del Banco de Bilbao ¿eh?
─No me mientes la bicha,
coño.
─En el XIX los españoles se
entretuvieron en defenderse de la invasión de Napoleón. Después, las peleas
entre liberales y conservadores no los dejó tiempo para industrializaciones,
que era cosa de ingleses.
─Pues como ahora, no les
dejan tiempo para encargarse del virus.
─Por seguir en la historia apuntaré que el
desarrollismo franquista enriqueció más a los de siempre, favoreció tapados y
pagó servicios. Acabó en la cultura del
pelotazo, que tanto hemos sufrido, y en el desinfle de una economía basada en
la mentira.
─Y después de los años de la
bonanza que comienza con las perras llegadas de Europa tras el ingreso en la
Unión, hoy estamos donde estamos, qué os voy a contar. Creo que esta pandemia
nos está mostrando una terrible radiografía de nuestra situación económica,
política y social. Es difícil ser optimista.
─Pues menudo repaso estamos
dando. A pesar de las mascarillas. Pero me parece que simplificamos demasiado.
─Claro, qué duda cabe. Pero
nos entendemos. Tampoco vamos a hacer aquí y ahora una tesis doctoral. Digo yo.
Desde que esa nube nos ha
tapado el sol siento fresco. Me voy a poner esta chaquetita que me he traído.
─Pues esta mañana servidor
se ha puesto ya la camiseta. Hay que andar con cuidado.
─Regresando a las
titulerías, creo recordar que Franco creó más de cuarenta títulos.
─Y su sucesor le ganó. Me
parece que rondan los cincuenta.
─Me vais a dejar que haga un
cuadro de honor al respecto, y es con las personas que se han permitido el
lujo, o se han dado el gustazo, de rechazar uno de esos títulos. Si no recuerdo
mal son: don Severo Ochoa, don Pedro Laín Entralgo y don Felipe González
Márquez.
Loa a ellos.
─Loa.
─No es muy larga la lista,
no. Mucho dice de nuestras inclinaciones.
─Pues oye, a mí esta
maquinita de pedalear me va muy bien para la circulación de las piernas.
─A mí me estás poniendo de
los nervios con el pedaleo y el cricrí de ese chisme.
─Queridos habitantes de este
pedrusco a medio enfriar girando en torno al sol, queridos racionales, voy a ir
levantando el campo, que hoy tengo que hacer arroz.
─Serio asunto. El del arroz,
digo.
─Serio, sin duda. Mañana más.
Podemos empezar con los habitantes del pedrusco a medio enfriar, con los
racionales, esos disfrutadores o sufridores del desarrollo cerebral que los
hizo conscientes de su contingencia y capaces de la maldad, la bondad…
─Uy, uy, que este no espera a mañana, me piro. Con dios, señores.