No me ha parecido obra
casual de simple abandono a la espera
del chatarrero. Tampoco creo que sea obra espontánea de intención artística.
Menos pienso en un nuevo servicio del alcalde mínimo para dotar al paisaje
urbano de detalles inusitados. A uno, la vida le ha ido limando la fantasía, le
ha hecho prosaico, y se inclina a pensar que el colega del trombón, el que
sopla, ha acudido a aliviar urgencias en el bar de la esquina.
No sé si los modernos
calificarían a la mesa como vintage, pero el insólito conjunto, en el alcorque
de la calle madrileña, alegra la vista del paseante.