Vivimos tiempos de profundos
cambios, qué duda cabe. Occidente y sus significados retroceden, oriente se
adelanta entre confusos significados. La vieja Europa lo está más cada día, su
juventud recula a posiciones superadas con cantidades ingentes de muertos hace
ochenta años. La vieja progresía de trencas y pelos largos
es hoy incompresible regresía a posiciones alarmantes por
conocidas. Los EEUU parecen tener contados sus días de liderazgo. El país de la
American Revolution, anterior a la francesa de la que tantos somos hijos, ya no
es el mismo.
Y todo esto en el caldo de
cultivo de los vaticinios científicos sobre agotamiento del planeta y cambio
climático.
Agosto se ha ido entre
alguna lluvia por esta zona, más bien poca, pero con mucho acompañamiento
fónico y lumínico. En otros lugares el agua ha sido abundante y dañina. Dana o
gota fría es el nombre que los científicos nos dan ahora para denominar a estos
aconteceres meteorológicos.
El mundo parece abrir los
brazos para recibir esa agua anhelada, y descansar de los pasados meses en que
se han superado las estadísticas sobre temperaturas máximas. Todo parece
confirmar los augurios de los sabedores sobre el cambio climático, augurios que,
en nuestros días, se empeñan en negar esos consabidos negadores de tantas y
tantas evidencias.
Este verano he visto morir
plantas con las que llevaba conviviendo mucho tiempo. Plantas duras, hechas a
los rigores del clima de este severo Guadarrama. Mi ignorancia al respecto no
me permite diagnosticar la causa exacta de estas muertes, pero he visto secarse
y caer las hojas de especies distintas, dejando unas ramas sin aparentes
señales de vida para otro año. No puedo por menos de asociar estas muertes con
los calores de estos meses, calores que no había conocido en mis ya muchos años
aquí. Varios días he leído veintitantos grados al medio día y más de treinta a
media noche, lo que parece absurdo.
Las consuetudinarias
noticias sobre los efectos del cambio climático son realmente alarmantes. El
clima, las luchas tribales y religiosas y la actuación de las potencias
emergentes, están produciendo ingentes movimientos de personas en África.
Hambre, dolor y muerte. Una parte minoritaria de estos movimientos se dirige
hacia el sueño del bienestar europeo, donde se encuentran con la lucha entre
las ideas de la vieja progresía y la emergente regresía
que los rechaza y estigmatiza. Los pormenores que nos llegan por los medios de
comunicación son estremecedores.
Y todo esto en el caldo de
cultivo de un rápido desarrollo de tecnologías informáticas que no sabemos si
son y serán empleadas en beneficio de los humanos, de momento no lo parece.
Es evidencia de nuestro tiempo
la creciente, hiriente, desigualdad y una juventud desencantada, con enormes
dificultades para hacerse un lugar en el mundo.
No hay muchas razones para
el optimismo. Todo parece apuntar al crecimiento de esa regresía.
Habrá que seguir viviendo.
Se hundió la Babilonia porque le fato el cimiento
ResponderEliminarNuevos calores para viejas calenturas
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