Los
gatos de la casa en que vivió D. Antonio Machado en Segovia están habituados
a los turistas y a los peregrinos de la memoria del poeta. Ellos creen estar en
su sitio, desde siempre, y así parecen hacérselo ver a las visitas. Quién sabe
si no descienden de los que se acurrucaron en las piernas de D. Antonio, en las
noches de los fríos del Guadarrama. Las casas viejas suelen oler a gato y a
naftalina, a libro húmedo y a cocimiento de puerros. Hace años que aquí no
hierve el puchero, pero casi puede olerse.
D. Antonio Machado, dibujo de su hermano José . |
Este
evocador rincón, tan machadiano, se
lo debemos al fervor de los amigos segovianos de D. Antonio, que tuvieron la voluntad de
salvarlo. No sé cuánto quedará de original en la recreación de la vieja pensión,
es lo de menos, el ambiente es auténtico y se ajusta a la imagen que, al menos
yo, tengo del viejo profesor de francés. Le imagino mejor aquí que en el ambiente
sevillano en que nació, y que caló más en su hermano mayor y en su padre,
Demófilo.
La casa pensión en los años curenta del siglo pasado. |
Me siento en el jardincillo que fue patio de acceso a la casa. Me han enseñado una
estufa que, dicen, regaló a D. Antonio su hermano Manuel, y pienso en la
relación entre estos dos hermanos tan distintos. Su trabajo conjunto fue
fructífero, a pesar de tener formas tan diferentes de ver el mundo. En mi
infancia eran los poemas de Manuel los que aprendíamos de memoria, D. Antonio
es conquista posterior. Hace ya mucho que me reconcilié con Manuel y regresé a
sus versos, pero guardo el Don para su hermano. Pequeña justicia que me tomo.
En la
simpática librería que se abre al jardinillo ojeo una reedición del último
libro publicado en vida de D. Antonio, con dibujos de su hermano José. Se trata
de La
Guerra, editado por Espasa Calpe en 1937. Esta segunda edición es de Editorial Denes,
de 2005, y ha estado al cuidado de Jaume Pont. José, muerto también en el
exilio, en Chile, dibuja los rostros que le obsesionan, los de los muchachos
milicianos que se traga la guerra.
Frente
a mí, en el pequeño jardín, hay un busto. Es copia del que hizo Emiliano
Barral, el escultor de Sepúlveda, amigo del poeta en sus años segovianos. (Cayó
Emiliano Barral, capitán de las milicias de Segovia, a las puertas de Madrid…)
En La
Guerra, hay un poema que D. Antonio dedica a Barral, cuando esculpe su
cabeza.
Busto de D. Antonio Machado, por Emiliano Barral |
…dos
ojos de un ver lejano,
que
yo quisiera tener
como
están en tu escultura:
cavados
en piedra dura,
en
piedra, para no ver.
Emiliano Barral, dibujo de José Machado. |
No
puedo por menos de acordarme - en este pequeño templo laico de la añoranza - de
la casa de Vicente Aleixandre, en Madrid, arruinada y en el olvido por el
desinterés de unos y el zafio interés de otros.
Mi
agradecimiento para quienes hicieron posible que hoy haya podido estar más
cerca de D. Antonio Machado, con los gatos que dormitaron junto a él, bajo las
parras, en las tardes del verano de Segovia.
Milicianos.
Dibujos de José Machado.
Pablo Serrano hizo esta cabeza de D. Antonio. Está en Soria, la primera patria del poeta. |
Y el mio porque continúes escribiendo. Podrías haberme traído uno de los gatos
ResponderEliminarBuenas noches, DEUSTAMBEN:
ResponderEliminarMe ha gustado el post, y lo he enlazado en un comentario de la entrada que dediqué en mi blog recordando un soneto de Manuel Machado a su gato.
Saludos.
Muchas gracias por asomarse a este mi pequeño blog, Penélope-Gelu, y darme así la oportunidad de un paseo por tan sugerentes Flases. Repetiré.
ResponderEliminarUn afectuoso saludo
Yo también estuve allí pero nunca llegué a verla así... tampoco recuerdo los gatos. Gracias, gracias por traérmelos lejos, quizá nono tanto.
ResponderEliminarM.