bril
ha llegado con temperaturas más propias de junio y la primavera avanza, quizás,
demasiado rápido. Los durillos terminan su floración y manchan de blanco el
suelo, mientras los manojos de conejitos del cercis se abren entre el amarillo
del jazmín de invierno. Las lilas sencillas están en su apogeo, adelantándose a
las dobles que comienzan a expeler ese perfume que anega el entorno y anula a los
demás. En pocos días las celindas y el tilo se han cubierto de un verde que el
tiempo matizará. Por debajo, en sus enhiestas varas, se abren los lirios azules
con ese desmayo ampuloso de folclórica con peineta y pendientes. Se tensa la
vida, vibra, se escucha su estallido. Es
tiempo de disfrutar de tan soberbio espectáculo y tomar una momentánea, egoísta
distancia del mundo.
Ante
la proximidad de las elecciones europeas me voy a cavar el jardín y la huerta. La
derecha nos atosiga con sus bulos connaturales y la desnortada izquierda con su
desconcierto. Impasibles, unos y otros, ante el espectáculo diario de sus
corruptelas. Impasibles unos ante la cotidiana constatación de la destrucción
social, del sufrimiento que su política está produciendo. Incapaces los otros
de generar alternativas a la brutalidad de la derecha, incapaces de abanderar y
encauzar los movimientos sociales espontáneos, incapaces de unir a las gentes
para defenderse de los creadores y beneficiarios de esta crisis.
Y
mientras, la foto fija de las alambradas de Melilla y Ceuta estampadas con los cuerpos
de jóvenes desesperados que tratan de saltar hacia la Europa que esclavizó y
desquició a África.
Y
mientras, el desgarro de Cataluña. Chapuza política. Oportunismo para ocultar
vergüenzas. Intransigencia. Personalismos. Inadmisibles rabietas infantiles. Dolor
y desengaño para muchos y mucho tiempo.
Y
mientras, Ucrania como escenario – una vez más – de una posible solución bélica
en Europa para la crisis, para las crisis.
Y
mientras, los ahora llamados países emergentes se ríen de las condiciones que
europeos y yanquis tratan de poner a su desarrollo económico, en el intento de
frenar el ya más que evidente deterioro del planeta.
Y
mientras,…
Yo
voy a plantar ya los tomates. Esperemos que no hiele.
Y mientras
escribo estas líneas me llega la noticia – temida - de la muerte del maestro García Márquez. Otro
más que muere en el exilio, lejos de la tierra que él hizo universal. Los
periódicos se aprestan a lanzar sus preparadas crónicas y los tertulianos y
opinadores de los medios nos sueltan sus preparadas ocurrencias.
Si,
voy a plantar ya los tomates; mañana mismo, sino me duele mucho la espalda.
Ahora trataré de hablar con los chicos por Skipe. Si, también a ellos les ha
puesto lejos la inoperancia de nuestros mandatarios.