Por los cerramientos
protectores de viejas burguesías agotadas y divididas, se asoman los primeros
ocres y amarillos entre verdes gastados. Un sol tímido trata de penetrar
grises.
─ ¡Lino! cuanto
tiempo…pero ¿dónde te metes?
─ Buenos días, Andrés,
¿cómo estás?
─ Bien, más o menos bien.
Procurando mover las piernas y aprovechando este día de solecito otoñal, que
pocos nos quedaran ya este año. Y haciendo tiempo hasta la hora del chato del
aperitivo, que, por cierto, no apareces.
─ Tendría que haberte
llamado, sí, me he cogido unos días de asueto, de descanso. La escora por estribor de nuestros convecinos y tertulianos llega un momento que me ahoga,
necesito respirar, asomarme algo por la otra amura, que aquí donde vivimos está
poco concurrida, como sabes y también padeces.
─ Qué me vas a decir. La escora comienza a meter agua por la borda. Y no solo aquí, parece que el mal se
generaliza.
Los crisantemos ponen
color en los parterres del parquecillo donde los viejos apuran los últimos
soles.
─ Pues sí, Andrés, lo que
queda de los que fueron y tuvieron, junto a los que ahora quieren ser y tener y
parecerse a los que fueron y tuvieron, inclinan de forma clara este pueblo en
el que elegimos vivir o nos trajo la vida, y en donde parece que tú, yo y pocos
más somos disonancias.
─ Antes eran los que
tenían y los que les servían durante los largos veranos. A los descendientes y
aprendices de hoy les dan servicio emigrantes con pocos derechos. Los
servidores de antaño están liberados, o casi, algunos incluso en la banda de
estribor.
─ La elección de amura no
suele ser producto de la reflexión, no suele proceder de la materia gris, tiene
una procedencia gástrica. Es más, creo en una predisposición más que en una
elección volitiva. Se nace siendo de babor o se nace siendo de estribor.
─ Algo de eso hay, qué
duda cabe. Como explicar si no opciones tan diferentes en miembros de una misma
familia con educación similar. Pero permíteme partir una lanza por el babor,
estoy convencido de que en esa amura hay un mayor componente de opción
reflexiva.
─ No tengo la menor duda
sobre el mayor componente reflexivo de
esa opción. No queda bien hablar de superioridades éticas, pero uno cree en lo
que cree. Y los hados nos alejen de los poseedores de la verdad.
─ Pues caigamos hacia el
chato y la tapa, Lino, que es verdad evidente sin necesidad de demostración,
por más que sea en estribor, que no hay otra.
Y los viejos se van dejando caer hacia la querencia, bajo los grises, con lo poco rojo que logra poner el sol de otoño.
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