domingo, 19 de mayo de 2013

Regreso

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Regresan

                                  rotos,
a la tierra roja.
Mozárabes del río de la crueldad.
Yunques de curas, señores y caudillos,
que de sus sangres y saberes
hicieron dignidad y
                                                                   recelo de siglos.
Y de nuevo fueron expulsados
a la trastienda del dinero,
donde sus saberes no servían y donde
sus hijos se hicieron al ruido
del nuevo amo,
pero no ellos, que quedaron
                                                                  rotos,
como ahora regresan,
                                                       rotos,
a la tierra roja de la dignidad y del recelo.
 
 

Mayo 2008

jueves, 16 de mayo de 2013

El primero de mayo y el pijosoe








 

 

 No era un señorito de los de siempre, de los que lo han sido por generaciones y generaciones. Parecía más bien uno de esos frutos de la reciente bonanza económica que ahora se desmorona. Era lo que podríamos llamar un pijosoe. En su cuidada apariencia de petimetre se veía invertido abundante tiempo y dinero. Los ademanes estudiados y la voz engolada terminaban de delinear una figura que se me antoja relacionar con determinadas secciones de El País Semanal, como las de moda, cocina, belleza, decoración, psicología o autoayuda; o con los anuncios de perfumes, grandes vinos y otros lujos que esta revista ofrece a los - ahora situados - viejos progres de trenca y pelo largo, y a sus cachorros treintañeros. Ah esos viejos progres, condenados siempre a quedarse sin periódico, agarrados al clavo ardiendo de El País, el viejo icono que semanalmente les da claves de vida dulce con la que puedan sobrellevar mejor la crisis, mientras sanean la empresa que hay que dejar limpita a los hijos, mediante un ERE y el abaratamiento legislado por los peperos.    

Los señoritos de siempre, los pijos como dios manda, me traen sin cuidado, los soslayo, es un entrenamiento de toda la vida, siempre han existido. Pero estos nuevos señoritingos me enervan, no los soporto. Veo en ellos una muestra más del fracaso de la transición política –en la que siempre hay algo de fracaso propio -  y me crispa su ignorancia de una realidad tan cercana como es la de sus padres.

Los dos viejos volvían a su pueblo serrano tras la manifestación del primero de mayo y el posterior chateo en Madrid. El tren de cercanías pasaba por los pueblos al norte de la ciudad, donde se concentra mucha de la progresía enriquecida en los años de bonanza. Las manos de los ancianos, retorcidas por el trabajo y los años, aferraban como bastones las banderas rojas enrolladas en los mástiles sobados durante la larga militancia. El petimetre treintañero, sentado frente a ellos, pareció sentirse en la obligación de hablarles de tú a tú, de rojo a rojo, aunque, eso sí, desde la superior instancia de su grado universitario, que dejó muy clara desde el principio. Dijo de su condición de socialista, de joven empresario, de emprendedor, y de su concepción de la empresa como algo más que simples intereses económicos. Habló de las – por lo visto -  ya inexistentes clases sociales, del fin de la dicotomía derecha e izquierda; de un mundo en el que la ideología política se limitaba a debatir, simplemente, una mayor o menor intervención del estado en la economía. Le oí  algo sobre la retribución al riesgo y al impulso, y de no sé qué derechos de la inteligencia y la formación…

A uno de los viejos se le fueron inflamando las venas del cuello, y cuando el cuerpo, el brazo y el dedo se alzaban para la contestación, la mano de su compañero le detuvo.

-         Calla Vicente, qué no habrás oído tu ya…

El pinturero mocito se levantó y se dispuso a apearse en la parada que anunciaba la megafonía, despidiéndose con un < adiós, compañeros >  lo que termino de congestionar el cuello de Vicente.

-         Compañeros, nos ha llamado compañeros, será…

-         Él no, Vicente, no es un compañero. Lo triste es que su padre lo haya sido algún día, y estos sean los frutos, la siguiente generación…

El tren se adentraba en el Guadarrama, cubierto ya por los exultantes verdes de  la primavera.

 

 

 

miércoles, 8 de mayo de 2013

La tristeza de la lluvia


 


 


 


 


 


 

La tristeza de la lluvia trepa
por la luz gris en los cristales,
sube entre las hojas que se estiran al día,
avanza lenta como niebla,
entre los muebles,
marchitando los libros,
los cuadros,
la música.
La tristeza de la lluvia llena la casa,
se posa en el alma.
 
Ah la añoranza del ademán,
de la voz, de la risa,
del femenino rito que conjura
la tristeza de la lluvia.
 
 
 

Abril, 2008

 

 

domingo, 5 de mayo de 2013

El cartucho de Mauser

 
 
 
 
 
 

 
 
 
Hoy, en Torrelodones, cavando la tierra de mi huerto de jubilado – el primero que intento plantar en mi vida - la herramienta ha sacado a la luz un cartucho de fusil de la guerra civil. He recordado los años escolares cuando en los campos y solares cercanos al colegio los niños buscábamos los proyectiles y cartuchos que había en abundancia. El colegio estaba y está situado en la zona que urbanizó en los años veinte del siglo pasado la inmobiliaria Metropolitano, al final de la madrileña calle de La Reina Victoria. La estabilización del frente hizo que durante toda la guerra la Ciudad Universitaria fuese zona de intercambio de muerte artera y furtiva.

Coleccionábamos tan macabro material alentados por la curiosidad infantil y por la continua arenga político - militarista que los sublevados vencedores pusieron en nuestra infancia. Hoy, como a muchos, cualquier arma me produce repugnancia; y no puedo por menos de pensar que esta repugnancia es una pequeña victoria sobre aquellos individuos que pretendieron moldear nuestras conciencias con la irracional amalgama de ideas con las que el régimen improvisó su doctrina, metiendo en su crisol los idearios e intereses de las distintas facciones de la sublevación y los de sus colaboradores y patrocinadores.

El cartucho fue disparado; la marca triangular del percutor sobre el fulminante así lo atestigua. Hace casi ochenta años los dedos de un soldado de uno de los dos bandos, quizás un niño como lo era mi padre, metieron este cartucho en el fusil y lo dispararon hacia un enemigo apenas intuido en las propagandas doctrinarias. Lo he encontrado a poca profundidad, no ha sido mucha la tierra que ha caído sobre él en estos años. Lo que separaba a los bandos contendientes también parece estar a poca profundidad, y en estos días vuelve a asomar peligrosamente cuando escuchamos las soflamas irresponsables de algunos líderes y lideresas de la derecha. La mayoría absoluta y la crisis económica están siendo utilizadas por el gobierno - del partido que aglutina a la derecha - para dilapidar los logros sociales alcanzados desde la transición política y los “otorgados” durante el largo periodo de la dictadura. Los nuevos liberales que controlan al partido conservador están empeñados en la sistemática eliminación de lo público, entregando las posibilidades de especulación económica en estas áreas al capital que defienden y representan. Esto es lo que realmente parece preocuparles, y no la realidad aplastante del 27% de parados.

Por otra parte la izquierda está desmantelada. Los pasados años de bonanza económica sin base real han vaciado ideológicamente al Partido Socialista, empeñado en el viaje hacia el centro político en que le embarcó Felipe González, negando el marxismo. Al llegar la crisis los socialistas en el gobierno no supieron reaccionar, y terminaron aplicando medidas de un liberalismo radical, dictadas desde Europa o Alemania, lo que les condujo a una aplastante derrota electoral y a una situación interna de la que tardarán en recuperarse. Los partidos situados a la izquierda de los socialistas - agrupados en IU - tienen también un problema de indefinición ideológica. No hay un discurso claro, firme, global y valiente de alternativa a la política de la derecha, ni tampoco una pretensión clara de conducir y liderar los movimientos sociales de respuesta a la situación límite en que se encuentra el país, movimientos que surgen espontáneos al margen de las organizaciones políticas. Se respira un posibilismo que solo conduce a la pérdida de identidad de la izquierda. Las halagüeñas cifras de IU en las encuestas solo se deben a la debacle socialista, y la bajada de la derecha tiene límite en su amplio y fijo voto cautivo, que le llevará a ganar, si no se remedia, las próximas elecciones, por mucha corrupción que siga asomando en su entorno, pues ya sabemos que este es asunto asumido por la banda fija de su electorado.  

No hay razones para el optimismo. Nuestra sociedad está en una decadencia alarmante en la que todo puede ser posible. Estamos en manos de mala gente. No gobiernan para nosotros, sino para un sector social que ya recibe ampliamente los frutos de la situación. Hace falta un despertar, y no parece que lo vayan a propiciar los partidos políticos. España es honda – quiero creer - y en su profundidad tendremos que poner la esperanza.

Yo, en tanto, continuaré con el pequeño lujo de cavar mi huerto de jubilado, con mi escepticismo de viejo, atento a poner mi pobre hombro donde crea que va a servir de algo, si encuentro donde.