martes, 11 de febrero de 2014

Manuel de las Casas








E
n la margen izquierda del Duero, frente al perfil de Zamora que se mira en el agua, se alzan las ruinas del convento de San Francisco. A finales del siglo pasado Manuel de las Casas tejió, entre estos sillares góticos y renacentistas, una urdimbre de ligeros paramentos de vidrio y acero corten para volver a dar vida a lo asolado por la soldadesca francesa, las leyes desamortizadoras y el abandono. Una hermosa arquitectura de nuestro tiempo se introduce,  humilde y tímida, entre las ruinas; sin entablar competencias, sin tapar nada, resaltando con su liviandad, con su trasparencia y con las geometrías de los jardines, la potencia de la cantería medieval. Ocupa estos espacios la Fundación Rei Afonso Henriques, pensada para crear lazos entre los dos países por los que discurre el río.
Al leer en la prensa la muerte de Manuel de las Casas lo primero que me viene a la memoria es esta obra y el regocijo y la serenidad de espíritu que me dejó encontrar algo tan hermoso, tan bien resuelto.
A nadie se le puede exigir el talento, pero sí la humildad que hace ver las propias limitaciones. Bueno sería que este magnífico trabajo fuese paradigma para actuaciones sobre nuestro patrimonio, tan maltratado por personalismos.









  

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