lunes, 23 de noviembre de 2015

El Valle de Santa María








Iglesia de Santo Tomás, en Pobladura del Valle.
Este cuadro fue pintado por Cecilia Juárez,en agosto de 1948, desde un balcón de la casa de Ángel Castellanos, en la plaza de Pobladura.






   



E
l leonés Valle de Santa María es cauce de un pequeño arroyo: el hoy llamado Reguero, que en documentos del siglo XII es denominado como Merdaveldo y Merdivel, que discurre de norte a sur en busca de su desembocadura en el Órbigo. Antes era arroyo tan solo en invierno, pues los estiajes lo hacían rosario de charcas raneras. Hoy mantiene caudal continuo con las aguas sobrantes de irrigar el Páramo, procedentes de las embalsadas en las tierras de Luna. En sus márgenes se fueron asentando poblaciones y monasterios con la consolidación de fronteras en la Reconquista. Audanzas, San Adrián, Pobladura, La Torre, Paladinos, San Román, son pueblos con un apellido común: del Valle, ensartados por el arroyo que se entrega al Órbigo aguas abajo, en Villabrázaro, y distribuidos - desde la decimonónica división provincial - entre la propia León y la leonesa Zamora. La advocación a Santa María es remota; Augusto Quintana Prieto nos habla de un documento del año 957 en que ya se denomina al Valle con este nombre. Poblamientos mencionados en la Edad Media, como Gallegos, Villaobispo y Perales, hoy solo son anotaciones documentales para los estudiosos.

 Los rojos y ocres de la tierra dan color a las recias construcciones de tapias que ascienden en esviaje hasta los potentes aleros, lo que les da su característico aspecto troncopiramidal. En las iglesias resaltan los toscos campanarios de lajas cuarcíticas que se alzan a sus pies.

Del santuario de Nuestra Señora, en San Román del Valle, parece haber noticias desde el siglo XIV; y desde principios del XV se documenta la presencia de los Terciarios Franciscanos, a los que se deben - con el apoyo de los Pimentel - las construcciones barrocas labradas en la difícil cuarcita que hoy son tan solo vergonzosas y lamentables ruinas. El convento se abandonó en 1863 con la desamortización; y el peligro de colapso obligó al abandono de la iglesia en los años sesenta del siglo pasado. La Administración del Estado y el Obispado de Astorga han competido, en nuestros días, por lograr el comportamiento más ruin en la consecución de esta ruina y su despojo.

La erudición de mi pariente D. Augusto Quintana Prieto, natural de Audanzas, en su libro “Monasterios bañezanos,” nos da abundante información sobre el importante monasterio de San Adrián del Valle. D. Augusto señala su fundación “no poco antes del año 900.” Fueron sus patronos San Adrián y Santa Natalia. Su final no debió de sobrepasar los últimos años del siglo XII o los primeros del XIII, coincidiendo con el final de la mayor parte de los monasterios astorganos. También tenemos noticia documental, del siglo XI, del Monasterio de Santo Tomás, que D. Augusto quiere situar en su pueblo natal, en el lugar denominado El Olmarón.  
Hoy, el Valle de Santa María languidece, no quiero hablar de agonías. Sus construcciones, o bien regresan con toda la humildad que les es propia a la tierra con la que fueron creadas, o bien son enmascaradas con materiales y colores modernos, importados por los veraneantes urbanitas descendientes de sus constructores. Las substituciones suelen ser lamentables; incumpliendo sistemáticamente la poca normativa urbanística aplicable, surgen incomprensibles chalets.

Esta fue tierra de labriegos, curas y maestros. Y vivos quedan los últimos, quizás, de aquella ancestral división de funciones, nacida de la necesidad de no repartir los escuetos patrimonios; dejando la labranza a los primogénitos y procurando otros medios de vida al resto de los hijos.

Ignacio Morán Rubio nació en 1956 en San Román del Valle, y es maestro en Telde, Gran Canaria. Es hombre de cultura que conoce y ama su tierra natal, y de este amor y conocimiento ha nacido una recreación de ella en el siglo XVIII en su novela El Valle de Santa María, que recibió el premio Villa del Libro 2013. En ella retrata a un racionalista médico de Pobladura del Valle, a un honrado párroco de San Román adelantado a su tiempo, y un Convento de Nuestra Señora sacudido por las ideas ilustradas; donde, por cierto, sitúa a Motolinía, ignoro si con fundamento o solo como licencia.  Este es libro de lectura recomendable para las gentes de la comarca.

Hoy en día se atisban esfuerzos de los comarcanos por reverdecer ritos sociales y religiosos, celebrando en el mes de mayo la romería de la Virgen del Valle. Es de agradecer todo impulso de vida a tan decaídas tierras. Bueno sería también algo de amor y respeto por las arquitecturas tradicionales que tan bien sirvieron a padres y abuelos; pero este es asunto en que me desfondé de joven y apenas me queda aliento.


   







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