Tras los pies en que apoya
su desnudez Adán, la fábrica mudéjar del ábside de la iglesia de Santa María, en Aguilafuente.
Esculpió este Adán Florentino Trapero, natural de este pueblo segoviano, escultor de buen
oficio que fue perseguido con saña por la
dictadura de Franco.
El ábside románico parece
engarzado en las arquitecturas del siglo XV, que lo abrazan. Curioso caso de
aprecio y respeto por lo medieval en aquella época.
En junio de 1472
se celebró en esta iglesia un sínodo convocado por el obispo de Segovia Juan Arias Dávila, hijo que fue del
poderoso Contador de Enrique IV Diego
Arias Dávila. Una familia de “oscuro linaje” que sufrió un proceso
inquisitorial en 1486. Las constituciones de este sínodo fuero impresas en Segovia,
ese mismo año, por Juan Párix
(Johannes Parix), impresor natural de Heidelberg, traído de Roma por el obispo Juan Arias Dávila; lo que dio lugar al primer
libro impreso en España: El Sinodal de
Aguilafuente.
En una tarde de este
octubre de ponte-jersey-quítate-jersey, escuchamos las explicaciones del
profesor don Fermín de los Reyes Gómez,
comisario de la pequeña exposición que, sobre el Sinodal, se ha montado en la iglesia de Santa María.
Por la mañana hemos estado
en Las Edades del Hombre de este
año, en un destartalado Cuéllar. Destacaré el placer de mirar y mirar, con los
ojos a un palmo de la pintura, el Descendimiento de Ambrosius Benson, de la catedral de Segovia. Una delicia, el “maestro de Segovia”.
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