n el mundo parado va pasando
este abril de agua y sol a ratitos. En el jardín, ahora en aroma de lilas,
descanso del entretenimiento de hurgar en libros y papeles olvidados, y
muevo algo el cuerpo.
Las higueras ya han
extendido los dedos de sus horizontales hojas mendicantes. Las lilas sencillas
llegan a su fin mientras se abren las dobles. Los durillos manchan de blanco el
suelo donde los lirios apuran sus azules. En unos días, el tilo se ha cubierto
de un verde brillante que se recorta sobre el verde profundo de los piñoneros y
el cielo de plomo. Los rosales anuncian sus flores, y los geranios, sacados de
su hibernación, agradecen
la poda con vibrantes rojos. Las malvas y los acantos lanzan ya sus
prometedoras varas, a las que espera, ansioso, el negroazul acero
zumbido de la abeja carpintera.
Hay luz en la ventana del
estudio, mi hija da la diaria clase telemática a sus alumnos.
Llama mi hijo, atento a que
no dejemos de ver a los nietos, tan lejos, también encerrados, en la lejana
Bogotá.
Alegría con algún viejo
papel.
Hay que tratar de esquivar
tanta noticia que deja poco resquicio a la esperanza, poca posibilidad de respeto
hacia algunos semejantes. Supongo que todos tenemos menos fe en el porvenir que
hace un mes. Imagino que ya no son muchos los que esperan un titular anunciando
algo así como el hallazgo de la vacuna por un laboratorio privado que la
pone desinteresadamente al servicio de la humanidad.
Parece que brilla algo de
sol, voy a salir a barrer hojas. Subiré, de regalo a las plantas, algo de humus
del montón en que se afanan diligentes lombrices y cochinillas.
Sí, brilla el sol. A pesar
de todo el aire parece limpio, como de mundo nuevo.
El tiempo pasa despacio.
Y hoy es 25 de abril:
O povo é quem mais ordena...