domingo, 10 de enero de 2021

La gran nevada del encierro

 








 

Con más o menos base científica claman hoy en el mundo los profetas del catastrofismo: plagas, pandemias, deshielos, inundaciones, sequías, incendios, desertificación, hundimientos del terreno, erupciones volcánicas, migraciones humanas, huracanes… Todos los días tenemos en la prensa alguna nueva aportación a este caos global. Creo que a estas alturas caben pocas dudas sobre las graves consecuencias de la sobreexplotación del planeta, pero los ciudadanos de a pie, con tan solo el sentido común, si existe, no somos capaces de poner esas alarmas en su justo punto y medida.

Recuerdo a un profesor del colegio que, por los años del bachillerato elemental de entonces, nos hablaba del inminente agotamiento de los combustibles fósiles, y ponía la única esperanza razonable en la energía nuclear de fusión. De esto hace más de sesenta años y los humanos siguen quemando petróleo, cada día más, siguen usando la fisión sin apenas dominio de sus peligros, mientras que poco han debido avanzar en el control de la fusión. Esto sucedía por aquellos años en que mi compañero de colegio Serafín Mendoza “inventó” el motor de agua.

Digo yo que alguna base hay para un cierto y prudente escepticismo respecto a tan apocalípticos anuncios, sin caer en absurdos negacionismos. Pero a servidor, como a tantos, esta pandemia le tiene prácticamente encerrado desde el pasado mes de marzo. Tuvimos después una primavera lluviosa como pocas, no hubo invierno, en noviembre vi con inquietud ─no es la primera vez─ florecer los ciruelos en la sierra madrileña, y hoy, a nueve de enero, me rodea la mayor nevada que he visto en mi vida. Digo yo que también hay alguna base para la preocupación. Digo yo.

Vivo el encierro pandémico con absoluta conciencia de mi condición de privilegiado, más que nada por poder disfrutar de un trozo de mundo donde observar la vida. He trabajado desde niño hasta el retiro, y ahora vivo cómodamente de mi pensión. Tengo la sensación de que, en comparación con gran parte de mis conciudadanos, he recibido más de lo aportado. Esta conciencia de injustos repartos supongo que es común a los que están, estamos, en la izquierda política. Y digo esto por colocarme ante la otra gran pandemia que nos acecha, y a esta sí que la conozco, esta es real, seguro, la he, la hemos, vivido y sufrido los de mi edad durante la infancia y juventud.  De un tiempo a esta parte tenemos que volver a escuchar las viejas estupideces, las viejas monsergas, las viejas amenazas con el índice apuntando. Creíamos, ingenuos, que la bestia estaba derrotada, y no, regresa para “salvar” de nuevo a la patria amenazada.

Lo preocupante es que, en épocas de aflicción, esta infección puede salir de los sectores sociales que le son propios, de sus caldos de cultivo habituales, y extenderse entre los humildes angustiados que ponen oído a las altisonantes falacias. Tenemos experiencia histórica del asunto. Pongamos la esperanza en el sentido común del pueblo llano. Y en la ciencia. Mientras disfrutamos con las interpretaciones del mundo que nos hacen los artistas. No hay otra. 





  

  

 

  


2 comentarios:

  1. Le tengo más miedo a la otra gran pandemia. La vírica se superara, la otra crece y crece y nadie le pone coto. Estamos en una sociedad conformada; cuando se den cuenta será demasiado tarde.

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  2. La pandemia vírica será, sino derrotada, al menos controlada por la ciencia. Luchar con la otra es más complicado, los hombres tienden a olvidar los terribles efectos de su infección. Hay gentes y estamentos en los que el mal parece endémico. Dicen que es falta de vitamina libro, no lo sé, pero es endémico, y aflora en cuanto puede.
    Abrazo, Luis, gracias por tu visita.

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